Cómo matar la innovación en la empresa

 

 

Si hay algo que no soporto son las compañías que, a pesar de que “en teoría” abanderan la innovación, en realidad están diseñadas para sistemáticamente eliminar cualquier esfuerzo creativo que pudiera surgir. Son asesinas profesionales de la innovación.

 

Por que innovar no va de repetir muchas veces en nuestra publicidad la palabra “innovación”, ni de tener un departamento de I+D. Tampoco va de haber creado procesos, a ser posible certificados por una norma internacional, que digan que vamos a innovar. Todo eso son sólo subproductos, farándula y cortinas de humo. No son el “meollo” de la cuestión.

 

La innovación “va” de cuestionarnos continuamente el cómo y el porqué hacemos las cosas, de volver la vista al  crear nuevos productos o servicios que realmente le aporten valor (una pista: si el cliente no está dispuesto a pagarlos es que no aportan valor). Una vieja definición dice que:  “La I+D es transformar dinero en conocimiento, la innovación (i) es transformar conocimiento en dinero”

 

Y el sentido común dicta que tan noble y lucrativo fin debería ser la máxima prioridad de cualquier empresa, ¿no?. Pues aunque de boquilla lo sea, en la mayoría no es así. Lo importante para muchas empresas no es realmente la innovación, sino la sensación de control y la perpetuación del status quo, de la forma “normal” de hacer las cosas.

 

Eso lleva  a que aquel que tiene una idea nueva pasa a ser etiquetado (nunca directamente, claro) de subversivo o revolucionario que quiere cambiar el orden establecido… y así es como se le trata:

  • En lugar de estimular la exploración, se fiscaliza la innovación, debiendo cada nueva idea pasar por una infinidad de fases y burocracia capaces de desincentivar al más pintado.
  • Se es continuista con las innovaciones y se acaba haciendo siempre más de lo mismo, lo que se denomina innovación incremental… que por sí misma no es en absoluto mala, pero si es la única que adoptamos sólo nos dedicaremos a “ordeñar la vaca” sin buscar nuevas “vacas que ordeñar” (pero la vaca antes o después se quedará seca… y es mala idea explorar con hambre).
  • Se ningunea de manera sistemática cualquier nueva idea generada por debajo de las filas del Olimpo, ya que por definición no puede ser buena, ¿no? (aunque a menudo las mejores ideas vengan de gente “fresca” no contaminada por los axiomas del mercado y la forma establecida de hacer las cosas… eso que para nosotros deja de existir “porque es así”).
  • Se utiliza la falta de datos y la incertidumbre como barrera… ya que desgraciadamente nunca vamos a tener suficiente información como para saber de antemano si una idea será un éxito o no. Y claro preguntas como “¿Cuántos clientes hay en Singapur que potencialmente tendrán problemas de artrosis en 20 años y susceptibles de comprar nuestro producto? No puedo tomar ninguna decisión sin ese dato” son capaces de echar atrás al más innovador de nuestros empleados.
  • Y si una idea ha conseguido superar por todos las zancadillas (digo… filtros) que le hemos puesto, pasará a una fase absolutamente interminable de planes y más planes, asignaciones de responsabilidades, compromiso de recursos, en lugar de salir al mundo real y validarla… porque parece que si desde nuestra torre de marfil hemos pensado que la idea va a tener éxito eso es suficiente como para apostar todo por ella, ¿no?

 

Si de verdad queremos que en nuestra empresa aflore la innovación, debemos adoptar otra forma de trabajar: hay que aflojar el control y comprender que la innovación nace de la creatividad… pero que ésta languidece en entornos como los que hemos descrito.

 

A veces es mejor simplemente no ponerse “en medio” del camino de los innovadores de dentro de la empresa, sólo hay que allanarles el camino, ayudarles a explorar y sobre todo, reconocer su trabajo… porque aunque hoy no lo parezca, posiblemente en alguna de esas ideas resida la salvación de la empresa.

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