Con «V» de…

Esta es la pregunta que muchos se hacen.

¿De que es la V?

No se si es la «V», el fondo, las formas o el contexto. Lo cierto es que el cartel de fallas de este año no ha pasado desapercibido y no precisamente por sus bonanzas.

No ha gustado, ha provocado recelos, no ha llegado a casi nadie y ha levantado revuelo  no positivo.

En el trasfondo se puede sentir un cierto regusto de excesiva innovación en un mundo que tradicionalmente se mueve en un ámbito barroco mayoritariamente. Pero hay una corriente de innovación que parte de ciertas tendencias «progresistas» intentando que las fallas «se renueven» como si las preferencias se intentaran marcar desde el estudio de un diseñador para poder perpetuar su «arte» y mostrar una imagen renovada a la medida de los propios diseñadores cual pasarela de moda a costa, eso si, del dinero que los falleros ponemos para nuestra falla olvidando los gustos de estos falleros.

Además, estas tendencias «progresistas», en excesivas ocasiones, van acompañadas de detalles de «progresía» idiomática y cultural que remueven el sentimiento propio por nuestra tierra acercándolo a posturas norteñas que repelen y duele que se utilice las fallas desde estos ámbitos para aportar un granito mas a la «normalización» territorial.

Por eso, y recordando una «V» famosa que hace poco fue protagonista de una manifestación, esta letra ha despertado inquietud y sentimiento de haber recibido un gol por toda la escuadra ante un cartel por el que casi nadie se siente identificado.

Como dice un gran artista fallero, Vicente Lorenzo, «si las fallas son barrocas por tradición, por que no presentar un cartel barroco».

Y es que la «progresía»  y las fallas, por mucho que algunos se empeñen, no casan mucho. Pero esto no quiere decir que las fallas no sean progresistas, solo que quieren tener su propia personalidad ajenas a injerencias imperialistas y no progresar al dictado de mesas de diseñador.

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