Contra mundum

Estos días estoy un poco contra mundum, como si ser ya una mujer madura no me hubiera llevado a ningún sitio. No sé si será por el eclipse solar o la super luna, o porque esta semana, con tanto rollo de la igualdad de géneros y de los semáforos paritarios, me estoy planteando si de verdad hombres y mujeres, sobre todo a cierta edad, somos tan iguales o si verdaderamente se nos trata como a iguales. Quizá es que estos últimos días del invierno están haciendo estragos entre nosotras, que tengo a todas las amigas alborotadas. Da la sensación de que al secarse y caer las hojas de nuestro árbol aún estamos más desnudas, un poco enfermas de ‘algo’. Aunque quizá no es signo de buena salud mental sentirse absolutamente feliz e íntegra en una sociedad enferma.

A determinada edad las cargas que sobrellevamos muchas mujeres se hacen cada vez más pesadas. Trabajo, padres mayores, hijos adolescentes, casa, cansancio físico, desequilibrio hormonal… Y en estas situaciones estamos solas, por mucho que tengamos compañeros, hermanos, socios o amigos. Solas porque seguimos vivenciando que todo esto es competencia nuestra en mayor medida que de los hombres que nos rodean, que no son especialmente egoístas, si no que no perciben como nosotras la sensación de que están solos para ocuparse de todo y contra todo, contra el mundo.

Es posible que sea una cuestión hormonal, o puramente perceptiva, es posible que a partir de los 45 las mujeres nos replanteemos nuestros roles o simplemente que el climaterio no perdona a ninguna, pero lo que veo a mi alrededor, en todas esa mujeres, madres, hermanas e hijas que ya hemos superado la mediana edad, es puramente cansancio. Cansancio al constatar que no nos tratan igual que a los hombres en nuestros empleos, con nuestros salarios, con el reparto de las cargas familiares y domésticas, en la responsabilidad del cuidado y educación de nuestros hijos, y qué según qué cosas hagamos nos jugamos la reputación como ningún hombre se la juega.

Por eso los semáforos paritarios que el Ayuntamiento de Valencia ha instalado en algunos cruces de la ciudad me dan un poco igual. Puedo reconocerles cierto valor simbólico, pero francamente me importa bien poco cómo sean las figuritas de los semáforos. Lo que realmente me importa es que una mujer pueda disponer de un año de sueldo para cuidar de du bebé, que su entorno no de por hecho que es ella quien tiene que cuidar a un familiar anciano, me importa que cobre igual que un hombre por realizar el mismo trabajo, que a una mujer no se le llame puta por ir vestida como le da la gana, que las niñas reciban una educación igual que un niño y no sean vendidas a hombres adultos para casarse, me importa que las mujeres no sean asesinadas por hombres que creen que las poseen, y lo que es más importante, me importa que los hombres entiendan que estas reivindicaciones son justas, y que no nos dejen solas en esta pelea contra el mundo.

 

Fina Godoy. Periodista

Ir arriba