William Vansteenberghe

Cuando la nieve se funde al sol

Proverbio chino» Cuando el dinero habla, la verdad calla”. Hace ya algún tiempo que suena el río en China: de que su economía se había recalentado, que la especulación se había transformado en un uso común, y que la concentración de capitales transformaba el mundo en una sucursal del monstruo asiático.

Lo que sigue sorprendiendo,  es que ya escaldado por errores similares cometidos en otras épocas y con distintos actores, todo el mundo se haya precipitado hacía el mismo espacio de mercado, siendo además un experimento socioeconómico paradójico, comunismo en el fondo y capitalismo neoliberal en la forma, produciendo una concentración de capital de enorme tamaño, en manos de gestores que aún deben demostrar que saben sumar.

En las teorías conspirativas, está la de que China se quería adueñar del mercado para terminar por hundirlo, e implantar el socialismo agrario de una vez por todas. Si no era su intención es muy posible que lo consiga sin querer.

Los titulares de las revistas económicas mundiales no dejan lugar a dudas, exclaman a todo ser viviente que las reservas de cambio chinas están menguando a una velocidad insostenible.

Mes a mes las reservas chinas van bajando una media de 117 mil millones de dólares, alcanzando su nivel más bajo, 3 230 mil millones, desde el 2012, acercándose con mucho peligro al suelo cambiario recomendado para China, por el Fondo Monetario Internacional, de 2.800 mil millones de dólares.

Asimismo China está experimentando una fuga de capitales extranjeros desconocida hasta ahora, cifradas entre 735 mil millones a 1000 millones de dólares en 2015, debido a la compra constante de yuanes, que ha alcanzado su curso más bajo frente al dólar.

Esta bajada constante de la divisa china ha puesto en marcha el terrible mecanismo de la especulación de mercados que afectó a España de lleno, que es la especulación a la baja, sin tener en cuenta que las dos maniobras que le quedan al Banco Central Chino, la venta masiva de divisas para sostener su moneda, o peor su devaluación recurrente, va a tener consecuencia mundiales, que ya se reflejan en bajas masivas en los mercados europeos, poco recuperados de la andanada especulativa anterior, y que se remonta ya a 10 años.

En resumen confluyen el enfriamiento del crecimiento del mercado chino, de las capacidades excedentarias de  su industria, el alza de las tazas americanas y de una caída del yuan mucho más pronunciada de lo que se esperaba frente a la divisa americana, y todas ellas fuentes de estrés para las empresas chinas ya altamente endeudadas, más de un 160% del PIB.

Lo que destila toda esta operación es de nuevo la repetición de varios errores que parecen crónicos, la concentración de capitales en un lugar determinado, lo que equivale a una burbuja en un sector de la economía, olvidarse que el mundo está globalizado y que la sensibilidad de los mercados ha aumentado en la medida que se han ido interconectando los intereses, y la facilidad de informar sobre cualquier cambio por mínimo que sea. Por encima de todo, la incapacidad real de cualquier Estado o Unión de Estados de controlar el mercado financiero, ya no a corto, medio plazo, sino en tiempo real.

Las empresas que especulan con papel han crecido en la medida de la demanda de sus inversores, los cuales son además inconscientes que son una piedra afilada en la economía real, la productiva, al permitir especular con sus ahorros.

Llegamos a la conclusión de que el control del mercado que vende dinero, debería ser una reaildad eficiente y con reglas limitadoras por parte del Estado que debe recuperar protagonismo en la gestión de sus riquezas, es decir controlar a estas empresas con el fin de evitar la descohesión económica, control que por cierto, ejerce sin ningún tipo de rubor a través de su  Hacienda Pública sobre las personas físicas,  y con el fin de evitar estas burbujas que desequilibran al mundo entero de forma casi permanente desde que la globalización se ha puesto en marcha. Todo tipo de entidad capaz de generar riqueza, y que carezca de control eficaz, actuará en función de intereses corporativos, que van en contra de los intereses de la mayoría, tal como vimos con el rescate de los bancos en toda Europa, mediante el uso de dinero público.

Como conclusión el papel del Estado o grupos de Estados debe ser reforzado al principio del tramo financiero, y no al final donde ya se ha producido la especulación y todas las desviaciones imaginables, para evitar llegar a la triste obligación de salvar el barco que se hunde, implicando de todas formas al Estado, eso sí, en las peores condiciones para los ciudadanos de a pie, mayoría de ellos no especuladores.

Artículo de colaboración de William Vasteenberghe

Ir arriba