William Vansteenberghe, Experto en Inmigración. Aquarius, el frio cortante de las olas

Cuando los burros vuelan

Ya en los años 80 del siglo pasado nos los aclaraba con sinuosa claridad, el filósofo francés Jean Baudrillard: el mundo está dominado por la mayoría silenciosa. Podemos ver todos los días en las elecciones americanas que efectivamente es así, y que la singularidad de ello es la incapacidad  real de hacer política, o como el teatro se ha impuesto al fondo, o simplemente como vivimos en una época donde los burros vuelan.

Desde Baudrillard, el mal del equino volador no ha hecho más que empeorar, pasando de la política teatro, a la de la simulación, empeorando con ello la calidad de la obra. Dejamos atrás la lucha de clase, o términos que se nos atojaban importantes como “el pueblo”. Con ellos hollamos riberas fangosas, que nos han llevado al puro engaño, a la falsedad de las propuestas, la mentira en el verbo, al incumplimiento completo.

Lo que no valoró el Filósofo, alejado de nuestro siglo, es que el único actor fiel a sí mismo ha sido “la mayoría silenciosa”, masa amorfa deseada por todos, sobre todo por los fabricantes de encuestas, que pasando el tiempo se ha hecho más enorme y con ello más difícil de abarcar. Tanto, que varía con los minutos y las horas, boga sin rumbo de un lado al contrario sin remordimiento alguno, para la desesperación de los políticos de turno. Cuando en una mala foto fija, se decide finalmente a votar, eligiendo al menos fugaz de los antagonistas, o meramente el que pasaba por ahí, este ha sufrido tanto en el proceso de selección que siente verdadero odio por esta masa silenciosa, que grita a pleno pulmón su hartazgo, de ser y de padecer.

Con ello la hará sufrir, padecer y retroceder en un vano intento de que se rebele y expele un sonido de queja duradero.

Con ello la masa silenciosa alcanza su venganza, hace arte la continua decisión de no participar, de carecer de opinión duradera, y tras evos de manipulación, ser tan dúctil que los que la manipularon tanto, ya no saben mantenerla quieta.

Hay algún iluso que aún cree, que los antagonismos son posibles, el bueno contra el malo, la izquierda frente a la derecha, cierta clase contra la siguiente. Ni el idioma, ni la religión mueven este polvo inconsistente que en algún momento es masa. Trump hoy, Clinton mañana, al siguiente empatados, nadie sabe ya donde va el deseo de la gente, ya que silente.

Ha traspasado, esta masa, la frontera del bien y del mal, para alcanzar el gris del “me da igual” y de la decisión fugaz, casi ha llegado ya a la duda eterna, tras años de mirar a otro lado ya no se sabe fijar la vista, evos de no quejarse la condena a  no saber proferir rabia alguna, y ni por peso ni por decisión el movimiento se experimenta, solo por pura deriva.

Por lo tanto ya no gana nadie salvo el hastío, que se hace tan grande a la hora de asimilar mentiras, engaños y malas artes, que resignada la masa silenciosa ya no vota,  sino que más allá del hastío, solo calla.

William Vansteenberghe, Experto en Inmigración, Cohesión Social

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