De los nuevos populismos

«La democracia es convivir con gente, y con actitudes, prácticas y acciones que no nos gustan. En el populismo solo existe el monólogo del déspota.» Con una gran frase de Mario Vargas Llosa, ilustre escritor peruano y Premio Nobel de Literatura, inicio mi colaboración en este diario con un primer artículo sobre los «nuevos populismos», que practican los recién estrenados podemitas, apoyados por sus compañeros desgajados de Izquierda Unida, con la inestimable colaboración de sus aliados: PSOE y Compromís.

«Partido anticasta» como se han denominado en varias ocasiones, en contra del bipartidismo y sobre todo de los partidos que no piensan como ellos, pero aplicando ese modo, tan viejo y poco edificante en política, del «quítate tú, que me pongo yo.» Políticos cuyas prioridades, evidenciadas en sus primeras actuaciones, son subirse el sueldo hasta un 120%. Y otras medidas con ‘gran efecto en el Estado del Bienestar’ como cambiar compulsivamente el nombre de las calles, renegar de la bandera de España e incluso prohibir la Marcha Real, nuestro Himno Nacional, en actos institucionales de municipios.

Pero… ¿Son estos los valores que inculcaban y prometían a los ciudadanía? ¿Renunciar a ser España y retirar imágenes de Don Juan Carlos Rey Emérito e incluso de nuestro actual monarca constitucional Felipe VI, o eliminar/esconder los nombres de éste o de su madre la Reina Sofía en los edificios deportivos o culturales? Desde luego no son medidas que vayan a ayudar en la creación de millones de empleos… Política de meros gestos, vacíos y absurdos, cuando no ilegales, que lamentablemente suelen tener efecto mimético, expandiéndose por contagio.

La alcaldesa de Barcelona, que se creó televisivamente un personaje público de activista aprovechando el drama de los desahucios y que además mintió a sus conciudadanos en la cuantía de su sueldo (el doble de lo que dijo en campaña), asesorada por su responsable de comunicación conocida mundialmente, porque así lo ha querido, por su pose aguzando su vejiga en la vía pública como si de un país en desarrollo se tratara, aseguró en una conocida red social lo que significa realmente ser alcaldesa, mostrando su verdadero rostro ególatra, al afirmar lo siguiente: «Aparentemente tengo más poder que nunca y, sin embargo, en cierto sentido me siento más impotente: a diferencia del activismo social en el que he estado muchos años, ahora no puedo actuar para dar respuesta a casos individuales».

Alcaldes como «Kichi» en Cádiz, «colocan» libremente a más asesores que su antecesora del Partido Popular, y cómo no, Joan Ribó, alcalde de la maravillosa ciudad de Valencia, que utilizó mediáticamente la foto yendo en bicicleta pero ya en la primera semana era cazado «in fraganti» en coche oficial. Pero ya se sabe: a la Izquierda hay que perdonarles sus contradicciones e incluso sus faltas a la verdad, porque tiene más superioridad moral que el resto de ciudadanos…

Las alianzas de izquierdas/nacionalismo, como hemos podido ya comprobar cuando solo han pasado algunas semanas desde que, como ellos mismos describen, ‘asaltaron’ el poder, tiene un objetivo declarado en común: ‘desalojar’ de las máximas instituciones posible al Partido Popular, menospreciando que haya sido la formación más votada por la ciudadanía en muchas de ellas. El mapa de gobiernos es, así, divergente con el mapa de los votos. Y, en la Comunidad Valenciana que tanto les cuesta llamar con su denominación estatutaria, hasta en la propia nomenclatura de los partidos como el PSPV, otra hoja de ruta no confesa: «catalanizarla», “pasito a pasito” como ha desvelado el conseller Marzá hace sólo unos meses, aunque no es ni mucho menos el único que está en ese rumbo sino la mayoría del entorno Compromís-PSPV-Podem, introduciendo las simbologías «País Valencià». Es por ello que debemos mantener, con más firmeza si cabe, su posición de defensa y apoyo de nuestra identidad, desde el convencimiento de que es, además, lo que quieren la mayoría de los valencianos.

Por Juan Antonio Sanz Núñez

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