Detrás de los decimales

¿Uno por ciento o uno coma diez por ciento? Ayer, como si fuera uno de aquellos viejos exámenes con tribunal, lo que se llamaba un exámen de Estado, las autonomías concurrieron ante el juez Montoro, que les puso los correspondientes deberes de verano. La capacidad de endeudamiento establecida es capital para poder saber si abordamos 2014, año electoral, con muchos o con muchísimos ahorros y recortes.

¿Dónde está la autonomía?, cabría preguntarse ante el espectáculo que dieron ayer las comunidades ante el Consejo de Política Fiscal y Fianciera. Solo las autonomías forales tienen el problema de la financiación y el ahorro superado. E incluso esas están haciendo recortes en su administración. Los independentistas, como Cataluña, rezongan pero aceptan; los que han cumplido con su austeridad señalan con el dedo a los incumplidores… Y así, unos y otros, unos contra otros, todos contra todos, tutelados por Papá Estado, que tampoco ha cumplido, como es natural con los deberes de ajuste que anda reclamando a las autonomías.

Montoro aplica lo que sufre. Cuando él, o De Guindos, acuden a las cumbres europeas, son sometidos a un parecido proceso de exigencia de control del déficit. La soberanía nacional no existe. No es posible, no es viable, que un Estado, o una autonomía, reniegue de someterse a controles en el contexto europeo o español. Protestan pero acatan. Y protestan, como Extremadura, ante las cámaras de televisión, nunca en un foro donde podrían dar un portazo y ausentarse.

El martes, como un respaldo, el presidente Fabra recibió el informe que una comisión de expertos le ha preparado sobre la financiación de la autonomía valenciana. La Generalidad quiere blindar sus argumentos con dictámenes solventes. En este sentido, impresiona escuchar al profesor Ramón Tamames, que no es un becario en estas lides, explicar que es uno de los cometidos más complejos a los que se ha enfrentado en más de medio siglo de ejercicio como profesional, ensayista y catedrático. El autor del manual de historia económica de España que se estudia en todas las facultades desde hace 40 años decía en el Consell Valencià de Cultura que el informe pedido por Fabra ha sido una tarea complejísima.

De la que se deduce que hemos hecho una España autonómica un poco a pedazos y retales, con añadidos, cesiones y muchas claudicaciones políticas, con sentimentalismo y superposiciones pactadas más que con el rigor de la ciencia. De ahí la asimetría de la que todos se qiejan y se benefician a la vez. De ella se deduce la necesidad de una nueva asimetría en la fijación del modo de asumir las deudas.

¿Qué más dará, decimos los humanos, que nos pongan un uno coma quince que un uno coma diez en la capacidad de endeudamiento? Pero los decimales son capitales en el proceso que ayer se decidió: cada 0’1 % equivale a cien millones de euros; no de dinero que “nos dan”, sino de capacidad de asunción de deuda, de capacidad de vivir de prestado con el dinero que la autonomía no tiene. En todo caso, nunca podía ser el 3’45% al que llegamos como incumplidores, ni superar el 1,3 % que Montoro fijó como techo de cristal.

Eso quiere decir que, conocida la cifra, los recortes están asegurados y ya se cifran, desde el inicio del proyecto presupuestario, en unos 1,500 millones de euros: los sacrificios, pues, no se han terminado. Sigue siendo preciso recortar y es urgente privatizar, externalizar servicios públicos, poner en manos privadas lo que el mundo público no sabe gestionar sin perder, sea la Televisión Valenciana, el Palau de les Arts, la Ciudad de la Luz o la de las Ciencias…

Y todo eso sin hablar, todavía de cambiar o mejorar la financiación, que ese asunto continúa sin ser abordado.

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