Carlos Verdú Sancho. Autor de El día de después, desde la indignidad a la indignación.

El día de después, desde la indignidad a la indignación.

Érase una vez, un país europeo y democrático, que gozaba de la mayor longevidad nacional de Europa (5 siglos), que se llamó primero Hispania y luego España. Su unidad nacional, se preparó durante 8 siglos anteriores de reconquista, con auténtica voluntad de unión (Pelayo 722), y finalizó en 1402, cuando los Reyes Católicos conquistaron el reino nazarí de Granada y establecieron la unidad nacional.

Era un país unido, con un proyecto común y enriquecido por la variedad y diversidad de las tierras que lo componían, en el que se fueron reforzando y unificando las normas administrativas y jurídicas del país, y llegaron a ser los dueños del mundo, sin que en sus tierras se pusiera el sol.

Durante esos 500 años de existencia, ninguno de sus territorios expresó la irracional voluntad de separarse, y mucho menos el Condado de Barcelona, perteneciente al Reino de Aragón (que posee una su bandera, fotocopia de la aragonesa).

Durante la 2ª República, cuando en España reinaba el caos, el President Companys intentó la aventura secesionista, que Azaña, Presidente a la sazón de la 2ª República, coaguló con la intervención de General Batet en 10h. declarando el estado de guerra, deteniendo a todos los mossos y metiendo en la cárcel a todos los componentes del Govern.

Ahora, en pleno S. XXI, cuando España siguiendo el camino integrador y pluralista de estos tiempos, y permanece integrada en la UE, otro iluminado supremacista, ante la “templanza” y “la prudencia”, como defecto de nuestros dirigente, ha ido cercenando la autoridad y el respeto a la Ley, hasta propiciar un Golpe de Estado Secesionista. Un Golpe de Estado sin paliativo alguno, lejos del “tiranicidio” que lo legitimara, un golpe de estado, en el que la élite rupturista ha pasado por encima de todo y de todos, arrollando la Carta Magna, desoyendo las resoluciones de los Tribunales y oponiéndose a que las fuerzas de orden público, cumplieran con su obligación del mantenimiento de la legalidad y del Estado de Derecho.

La ejemplar intervención de las fuerzas de orden y seguridad del estado, ha sido falseada, travestida y acusada de desproporcionalidad de forma desvergonzada. Las fuerzas del orden y seguridad han sido ultrajadas y con su ultraje, ultrajado el principio del orden, la autoridad, España y los españoles, que sienten su dignidad arrancada a tirar, sin que nadie este dispuesto a restablecerla de inmediato.

Los golpistas en la calle, siguen maquinando ataques, aglomeraciones, que hacen pensar en un estado pre-revolucionario.
El “tempo” de las acciones en política es primordial, y el saberse anticipar a los acontecimientos, en lugar de dejarse arrestar por ellos también.

Esto, desde la responsabilidad de los que gobiernan, los que llevan el timón de la nave, porque en su mano lo pusimos con el voto, debería atajatarse de inmediato, con factura jurídica, pero también política, con autoridad, asumiendo decisiones que aunque no gusten son las necesarias, esto es con testosterona. Y desde luego, dejarse de pamplinas, desoir los cantos de sirenas varadas, de estúpidos diálogos con los golpistas o reprobaciones estratégicas, que solo demuestran que hay partidos sin sentido de estado y que pasan el tiempo sentados junto al río revuelto, para sacar ventajas de pescadores.

España y los españoles nos merecemos una respuesta distinta a la que se está dando, que nos ha llevado desde la zozobra y el desamparo a la indignación.

El discurso de S.M. sereno y contundente, se dejó, quizás, en el tintero el engrandecer a “los sufridores” de este desastre, el fantástico trabajo realizado, los policías y guardias civiles destacados en Cataluña.

Hay voces, poco dudosas, que se convierten ya en clamor, piden la suspensión inmediata de a autonomía, el estado de sitio y una intervención total, militar si hiciera falta, que corte de raíz este golpe de estado, y devuelva a los españoles la seguridad, el orden y el marco constitucional al que tenemos legitimo derecho, por el contrato social que hicimos con los que nos gobiernan, que nos lo deben.

Hemos tenido que pasar por todo, 380 sacerdotes y un obispo dispuestos a quitarnos la fe. La Sagrada Familia cerrada unida a una huelga política del govern, y también las reconfortantes palabras del Cardenal Cañizares, que con la ortodoxia, que todos deseamos, proclama que «la unidad de España es un bien moral» y que todo esto ha sido un acto de sedición y un fraude, una traición y un golpe contra el estado de derecho. Gracias Don Antonio, por devolvernos la luz.

Ojala que este país, del que les hablo, al que pertenezco y por el daría, sin reserva alguna, mi vida, ponga fin pronto esta pesadilla, y jugándoselo TODO a una carta, cierre para siempre el paso a los golpistas. Hagámoslo antes, que la legión de mártires y héroes de la Patria, salgan de sus tumbas, para reprocharnos la traición.

Es una colaboración de Don Carlos Verdú Sancho. Abogado y escultor.

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