Enrique Arias Vega, colaborador en Valencia News. Más fácil protestar que hacer

El avance de Gibraltar

El pasado miércoles, la selección de fútbol gibraltareña perdió 2-0 frente a Estonia en su tercer partido oficial. Es un paso más de los llanitos en su avance irreversible hacia su autoafirmación al margen de España.

Si regiones españolas, como Cataluña, plantean su desafección al Estado, ¿por qué habrían de extrañarnos todos y cada uno de los pasos del Peñón como territorio autónomo en la Unión Europea?

La peculiaridad de la colonia inglesa fue satirizada por el propio Julio Verne en el Siglo XIX, en su novela Héctor Servadac, donde un cometa arrancaba de la Tierra fragmentos del Mediterráneo, incluidas las guarniciones de Ceuta y Gibraltar. Pues bien: aprovechando la coyuntura, ¡los ingleses del Peñón compraban Ceuta por cuatro perras a unos españoles más amantes de la francachela que de un trozo de terruño!

Lo que no se le ocurrió al imaginativo novelista francés es que 140 años después la Roca de Gibraltar pudiese crecer físicamente. Y lo ha hecho, con un aeropuerto asentado en la misma línea fronteriza con España, con unos espigones que amplían su puerto más allá de la costa y erigiendo nuevos apartamentos, hoteles y amarres deportivos donde antes sólo había agua.

El Peñón, al igual que decía Galileo de la Tierra respecto al Sol, “e pur si muove”. Ese desplazamiento territorial y jurídico al margen del tratado de Utrecht, por el que España perdió Gibraltar en 1713, es tan evidente que las lanchas patrulleras británicas se desplazan por la Bahía de Cádiz tan campantes.

Ésta es la realidad del Peñón, y lo demás, habladuría política para que nos mantengan entretenidos el ministro García Margallo y compañía.

Enrique Arias Vega

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