El colmo, aproximadamente

Párate un momento, alma de cántaro, y ponte a pensar. Porque a lo mejor lo que se está percibiendo como un éxito, como un alivio, como un triunfo de las aspiraciones valencianas, va y resulta que no lo es. A lo mejor, quiero decir, que nos hayan dado una décima más en ese tan esperado índice, resulta que no es bueno sino que es malo. Porque de lo que se trata es de permitir que nos endeudemos más, durante más años.

“¡El uno coma seis, oye! Esa es la cifra final que ha salido del Consejo de Política Fiscal y Financiera”. Los redactores se lo gritaban de una a otra mesa y los redactores jefe preparaban una página aparente y vistosa. Porque lo que perseguía el conseller Moragues, y lo que se deseaba en presidencia, era justamente eso, vencer en una carrera que, asombrosamente, consistía en lograr del Ministerio que consintiera en un índice algo más elevado. Sin percatarse, porque ya hemos perdido todas las referencias, de que estamos hablando de subir el porcentaje de endeudamiento que se nos consiente; es decir que de lo que se discute es que nos dejen subir el grosor del nudo con el que nos estamos ahorcando.

Si se mira bien, esto es el colmo, aproximadamente. Es el pináculo, el no va más, de las desviaciones en una autonomía donde hace solo cuatro días estaba muy mal visto discutir un presupuesto o fiscalizar un gasto. En agosto de 2013, recuérdenlo, solo cuando se racionaliza hasta sus extremos el asunto, solo cuando se llega “al colmo”, se hace nítido el paisaje y las ideas se aclaran. Volvamos al principio: nuestra autonomía está en bancarrota, la presencia de un elemento fiscalizador en forma de Ministerio quiere decir que estamos –gracias a Dios– intervenidos, no dejados caer; y nos tienen que marcar, de forma tutelada, cuáles han de ser nuestros pasos venideros en materia de fiscalidad –ingresos y gastos– con el fin de poder elaborar los presupuestos de 2014.

Lo que ha ocurrido en el Consejo ya se sabe. Madrid se queja, Extremadura rezonga, las “regiones cumplidoras” dice que este modelo es impresentable y las autonomías del arco mediterráneo, la “incumplidoras”, han sido autorizadas a utilizar índices mayores de endeudamiento. La Comunidad de Madrid ha sido la única región gobernada por el PP que ha votado en contra del acuerdo, extremo que el presidente Fabra debería anotarse en su libretita de tapas negras.

El consejero madrileño no podía ser más claro ni menos receptivo hacia las dificultades valencianas: “si el objetivo de déficit se fija premiando a las que incumplen, ¿para qué sirve la ley?”, se preguntaba sin comprender el alcance del verbo “flexibilizar”. Y añadía: “El acuerdo premia a la Comunidad que ha incumplido y castiga a la que ha cumplido. Hemos hecho muchísimos esfuerzos en la Comunidad de Madrid y no podemos consentir que esos esfuerzos no sólo no se premien, sino que se castiguen con un objetivo de déficit inferior a las que han incumplido”. No le faltaban razones objetivas. Y los valencianos lo debemos saber porque, de no ser así, difícilmente entenderemos lo que significa que Montoro, en el “colmo de la flexibilidad”, nos hayan permitido un 1,6 %, que es la cifra más alta de España.

Un 1,6 % que, aunque han sido recibidos con alborozo en los noticiarios, no es más que la constatación de que nuestros hijos y nuestros nietos pagarán más impuestos durante más años, en tanto que ahora mismo ya no se puede –ya no se quiere, ya no se sabe– aplicar recortes de un modo más decidido y contundente.

“¡Novecientos millones!”, proclamaba el redactor jefe como si fuera un niño de San Ildefonso. Novecientos millones más en nuestra cuota de deuda que harán más llevadera la tarea de llevar la sanidad, y la educación, con un poquito más de holgura en un año electoral que se espera sea capaz de ir dando paulatinamente unos poquitos ingresos más vía IVA. Y a través de los impuestos que se dejaron de percibir cuando el presidente Camps y el presidente Olivas presumían inútilmente de gobernar la Ínsula Barataria de las Españas sin querer darse cuenta que el agujero negro se lo estaba tragando todo.

A los novecientos millones hay que sumar, porque también se ha levantado el banderín en Madrid, los 2.000 millones de euros –si se pudiera, un poquito más– que a final de año se incluirán en el plan de pagos aceptado por el Ministerio. Con ese desahogo, la Generalidad podrá conseguir más crédito con el fin de pagar facturas cursadas hasta el 31 de diciembre de 2012 que están sin abonar y para hacer frente a las que se han ido presentando hasta el mes de mayo de 2013.

La subida de impuestos llegó a mediodía del viernes, cuando el Consell decidió reducir del 99 al 75 % la bonificación del Impuesto de Sucesiones y Donaciones para los parientes más cercanos, con el objetivo de poder acercarse al cumplimiento de ese 1,6 % establecido en el Consejo de Política Fiscal y Financiera. El decreto ley que contiene “medidas urgentes para la reducción del déficit público y la lucha contra el fraude fiscal”, que establece entre otras algunas medidas para la regulación del juego, espera unas repercusiones de entre 40 y 43 millones para este mismo ejercicio y cantidades crecientes en los ejercicios 2014 y 2015.

Todo eso, y nuevos ajustes, serán el empedrado del ejercicio de 2014, que se preparará en cuanto pasen las vacaciones. Porque, no lo olvidemos, estamos en bancarrota y ha sido preciso un rescate. O una tutela. O lo que ustedes prefieran usar para describir esto.

Un manojo de preguntas

–¿Es verdad que el conductor de un tren de pasajeros puede tener en la cabina de conducción dos teléfonos móviles, uno personal y otro de trabajo, y usarlos a su conveniencia?

–¿Será posible que no esté prohibido el uso de esos teléfonos y que, para las comunicaciones operativas de trabajo, se considere más eficiente el uso de la telefonía móvil convencional que la red de comunicaciones que se supone debe de estar activa en la cabina de mando?

–¿Si según el Anuario Estadístico del Mercado Inmobiliario Español 2013, el número de viviendas no principales existentes en España asciende a 8,62 millones, cómo puede haber todavía quien entienda que el mercado inmobilario español tiene un porvenir despejado?

–¿Por qué en las noticias sobre el accidente de autobús habido en Italia –39 muertos y muchos heridos– no se da a conocer el nombre del fabricante y el modelo del vehículo accidentado y tampoco sabemos la marca de sus neumáticos?

–¿Cómo es posible que, pese al grado de integración europea, hasta la fecha no hubiera posibilidad de multar por exceso de velocidad a los extranjeros que circulaban por España, como era imposible que un español que cometiera una infracción de velocidad fuera multado en los países vecinos?

–¿Por qué todos los equipos de fútbol, durante el verano, dedican una semana o dos a viajar fuera de su lugar natural con largas y costosas estancias muchas veces en el extranjero?

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