El costo de la corrupción

Lamentablemente estamos asistiendo a un festín de saqueos en las diversas administraciones públicas y empresas privadas: ERE,s, financiaciones irregulares, impuestos revolucionarios, formación fraudulenta, etc, etc.

Cada día nos desayunamos con nuevos acontecimientos que emergen de la obscuridad de las connivencias entre políticos, empresarios, sindicalistas, para que la peste a podrido se extienda por toda España.

“En todas partes se cuecen habas y aquí a calderadas”.

Tras la etapa de bonanza económica, donde todo estaba permitido y todos medraban de las ubres de la abundancia, pasamos a la carestía total y al trago amargo de la depresión.

Paro, miseria, ejecuciones hipotecarias, bancos de alimentos…

El CIS sin embargo no variaba. Los tres gravísimos problemas eran, de manera sistemática, la situación económica, la corrupción y los partidos políticos.

En época de elecciones aparecen los regeneracionistas y el intento de limpiar la vida social y cívica. Movimientos importantes en nuestra frágil democracia y, al final, un regusto amargo: los dos clásicos, ahítos de irregularidades en sus responsables más altos y en cuadros intermedios.

Los del relevo en condiciones parecidas en aquellos lugares donde ejercen el poder, aunque sea somero.

Y los novísimos con lastres allende los mares o con inexperiencias que obligan a cambiar el paso ante la cruda realidad de la acción diaria.

¿Qué hacer? ¿Dónde ejercitar el voto? ¿En qué dirección? Los hay que, pertinaces, pretenden irse a la playa o la montaña el día de la fiesta de la democracia pretendiendo alejarse de las urnas.

Los hay que ensayarán nuevas alternativas, marcas blancas pero limpias o, absolutamente utópicos, hurgarán en el pasado a la reconquista del Palacio de Invierno pese a haberse acreditado lo imposible de ello, en un mundo ancho y globalizado.

En cualquier caso un aldabonazo recorre España y, por parte de ella, la Comunidad: la necesidad de cambiar. La necesidad de que la política y los políticos vuelvan a la estima ciudadana y podamos reconciliarnos con el sistema.

¡Estamos pagando demasiado por la corrupción generalizada que nos embarga!

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