William Vansteenberghe

El escondite

Creía haber vivido todas las situaciones políticas posible en veinte años de una cierta cercanía, a la gestión de lo público.

Tengo hoy que desdecirme, y retractarme a la vez que abro ojos y boca en forma de gran O, y me esmero en observar muy bien ya que lo que está aconteciendo ante millones de ojos más o menos atentos, es completamente nuevo, no solamente en nuestro país, sino en Europa entera.

Esto tan novedoso que puede pasar desapercibido ya que el viejo Continente está sometido a tantas cosas y cada cual más dramática, de ha hecho saltar ni a los mercados, aparentemente satisfechos con una situación “en funciones”.

Solo los empresarios, siempre tan atentos a una ganga, están aprovechando, sin luz ni taquígrafos, para vaciar la mano de obra subempleada o abusada de mil y una formas, ante la remota posibilidad de que un gobierno como Dios manda surja en algún momento y no sea como el anterior, que les ha permitido con reforma legal incluida, dedicarse a emplear a gente por 160 euros al mes, 400 euros pagando el trabajador la Seguridad Social y sus desplazamientos con beneficio cero, y con el tiempo “premiarlo” con un contrato “definitivo” de 700 euros, con las mismas condiciones, hasta alcanzar lo absurdo de llegar a pagar para poder trabajar, sin olvidar a las miles de personas que están hoy trabajando sin cobrar, ya que se les hace “un favor” dándoles una experiencia, los famosos becarios.

En contraste con todo esto, en el Parlamento de nuestro Santo País, “trabajan” por el bien de todos nosotros, un número ingente de personas elegidas, cobrando más o menos en función de la rebaja voluntaria a la que sometido su sueldo, pero siempre muy muy digno.

Se reúnen, salen en la presa (mucho, afirmaría que demasiado, lo que es muy mala señal), para conseguir que el país funcione, han pasado meses, desde aquella llamada a arrebato a las urnas, y desde lo propuesto como nuevo, o lo viejo periclito, lo válido y lo caduco, o lo renovador y lo arcaico, todos mueren a los pies de la misma orilla, LA NADA.

Ellos, tienen la sensación de que han trabajado mucho, montado en sus coches oficiales o yendo a los plenos en bicicleta o en Metro, todo ello sufragado por las dietas, lidiando con mil crisis, que por cierto no habrían surgido si hubiesen “perdido” el tiempo gobernando, sin abandonarse a los tecnicismos de la estrategia de la construcción de alpargatas, que les han movido desde la realidad egoísta y maquiavélica, la única que ha engendrado esfuerzo y pensamiento.

Nadie está a salvo de esta crítica, en estos 100 días de No Gobierno, me asombro como el partido más votado sigue cavando en río seco a la búsqueda de una culpa distinta a la suya.

Que su alternativa se movió porqué otros no lo hacían, y los pactos se hicieron porqué algo había que hacer. Lo peor la inmovilidad, la rigidez, de los intereses creados en el lado viejo, y la misma tetanización en el lado nuevo, ante la hipotética factura del Futuro, y entre todos, el Presente sin fabricar.

Si llegamos a la conclusión que seguimos con el mismo gobierno, eso si en funciones, que este no quiere rendir cuentas al Parlamento, este, formado por un sinfín de buenas personas elegidas, a estas alturas, por millones de ilusos que sufren y padecen el deseo de un cambio, y que toda esta bondad haya terminado en NADA, siendo justificado este hecho por algún prócer de la inteligencia humana, como “no es culpa nuestra que el pueblo español haya elegido “esto”; solo puedo preguntarme¿ para qué han servido los 100 días desde las elecciones?, y¿ no tengo el derecho de plantearme que todos los representantes salidos de las urnas son inútiles para el funcionamiento administrativo del País?.

Soy un convencido de la Democracias participativa, nadie podrá acusarme de hacerle el juego a la no participación, pero está señores debe servir para algo, y los que no son capaces de hilar gobierno que se vayan a casa, con el agradecimiento del Pueblo español.

Además la opacidad con lo que se mueve todo me irrita poderosamente, ya que por experiencia sé, que el silencio no es nunca buena señal en democracia, más bien es reflejo de mil una dudas, para crear un aparato que permita enhebrar lo imposible en lo improbable, y convencer a los atónitos votantes de que tienen delante el mejor de los trajes invisibles del Emperador.

Tantas veces NADA, es igual a desilusión y enfado, además de la responsabilidad de que la gente ya no crea en las instituciones.

Todo funciona por inercia, los funcionarios cumplen el entramado jurídico administrativo pactado anteriormente, el cual, por cierto, tanto dolor está imprimiendo a muchas familias de parados, trabajadores, mujeres, niños y personas de la tercera edad, que han depositado su confianza en gente que tuerce, y convence de lo cierto y de lo incierto.

SI por todos los lados tenemos NADA, me gustaría sugerir a los parlamentarios una reflexión basada sobre la Ética y cierta Moral: que todo lo pagado por su trabajo debería ser devuelto con intereses.

Todos los parlamentarios que creen haberse desvivido por él pueblo, y que lentamente se deslizan por inoperancia hacía la pendiente de nuevas y onerosas elecciones, al menos deberían restar al monto necesario para celebrarlas, su salario cobrado, y con intereses, ya que han fracasado en su intento de gestionar el País.

Iría más lejos y me retiraría de la política de forma definitiva, ya que en la empresa privada, para muchos de los parlamentarios de ciertos partidos, la quintaesencia de la efectividad, el que fracasa solo tiene un premio, el despido.

Si no sucede esto, es decir la desaparición del inepto y su restitución de lo mal cobrado, solo puedo añadir al apelativo de cementerio de Ballenas referido al Senado, uno nuevo destinado esta vez al Parlamento, como cementerio de inútiles bien pagados. o sea el último escondite para los que no sirven para otra cosa.

Artículo de colaboración de William Vansteenberghe

Ir arriba