Enrique Arias Vega, colaborador en Valencia News. Más fácil protestar que hacer

El morro que tienen los griegos

Cuando Grecia entró en la UE, en 1981, su PIB era de 44.000 millones de euros. Ahora anda por los 220.000.

No está nada mal el beneficio que ha obtenido de la Unión Europea. Aun así, para mantener ese nivel de vida, los griegos han tenido que endeudarse tres veces internacionalmente y todavía se quejan de que los prestamistas quieran recuperar algún día su dinero: “Nos obligan a ser austeros”, dicen.

No son sólo los alemanes quienes están cabreados porque los helenos pretendan quedarse con sus ahorros a cambio de nada, ni siquiera de una modesta reforma fiscal. Los finlandeses, eslovenios, holandeses, húngaros,… que suelen pagar sus impuestos, trabajar religiosamente y no gastar aquello que no tienen, están molestos con sus compañeros europeos que tienen un salario mínimo creciente y pensiones más altas que las suyas, a costa de sus sufridos ahorros personales.

Ellos, que cumplen las leyes, hasta las de tráfico, ni aceptan ni comprenden que los griegos no paguen a Hacienda —la evasión fiscal es generalizada—, prefieran las subvenciones a la formación profesional y hasta tengan unas ligas de fútbol y de baloncesto más derrochadoras que las suyas.

La austeridad no es una imposición de Merkel ni de nadie, sino una necesidad de quien no trabaja lo suficiente, ni ahorra ni paga a Hacienda ni está dispuesto a modificar su estatus laboral.

Por eso, a muchos no les importa que Grecia abandone el euro y la UE y se eche en brazos de Rusia o China. Seguro que estos países la arroparían, pero acabarían quedándose con sus empresas, sus recursos y hasta sus monumentos históricos. Entonces sí que vería lo que vale un peine.

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