El nombre de las calles

Vuelve la polémica con la idea de Manuela Carmena (luego desmentida) de quitar los nombres de presuntos franquistas que perviven en el callejero de Madrid.

Estos temas, como las escopetas, siempre los carga el Diablo: ya me dirán a santo de qué habría que quitar la calle de Pedro Muñoz Seca, divertido dramaturgo asesinado en Paracuellos del Jarama. Otro que tal sería Agustín de Foxá, autor de la letra del himno de Falange, eso sí, pero estupendo escritor cuya novela Madrid, de corte a checa ilustra la visión fascista sobre la Guerra Civil y sus precedentes.

Una cosa, claro, es eliminar cualquier apología de la dictadura (de cualquier dictadura) y otra practicar la censura onomástica. Por la misma razón que a unos no les gustan algunos nombres, a mí tampoco me agrada que se dediquen calles a Lenin o a Sabino Arana, por ejemplo. Y me aguanto.

Esto es lo malo, digo, de cargar el callejero de ideología. En tales casos, los nombres de plazas, pasajes, avenidas,… sufren tantos vaivenes como la situación política, teniendo un nombre durante la Restauración, otro durante la República, uno más durante el franquismo y otro en la actualidad. Un lío. Quizás para evitarlo, en Salamanca he visto superpuestos en la misma plaza los nombres de Libertad y de Onésimo Redondo, precisamente un liberticida.

Por eso, lo mejor es enumerar simplemente calles y avenidas, como sucede en ciudades de otros países. Eso, además de evitar la polémica, ayuda a no perderse en el supuesto, claro, de que la calle 23 vaya siempre a continuación de la 22.

Enrique Arias Vega

Ir arriba