El nuevo banco malo y las motivaciones

Hay empresas que, por la razón que sea, con culpa o sin culpa -normalmente con culpa- tienen una mochila de deudas absolutamente impagable. Hacen planes y planes de viabilidad y, como planes, quedan bien, pero, al final, los intereses de la deuda se cargan el plan y hasta el costo de imprimir los cálculos del Excel. Eso, sin contar con aquello tan viejo de que cuando te prestan dinero, hay que devolverlo, aunque sea poco a poco. O aunque sea con una quita importante, que consiste en decir: donde ponía 100, escribe 30. (Cosa, por cierto, que suena a moderna, pero que ya se llevaba en tiempos de Jesucristo, que la puso de ejemplo para alabar la quita que hizo por su cuenta el mayordomo infiel, que era infiel, pero no tonto.)

Digo lo anterior porque, después de la Sareb, que se ha quedado la porquería acumulada por los bancos, y si consigue vender esa porquería a buenos precios no nos costará nada y ganaremos dinero (a esto unos le llaman «wishful thinking» y otros, «ojalá»), después de la Sareb, digo, hemos inventado otro banco malo. Este, para quedarse la porquería acumulada por algunas empresas a las que me refería en el párrafo anterior. El nuevo invento será propiedad de los bancos, que convertirán deuda en capital. Me gusta porque si tú, banco, hiciste una gran operación, que sí que fue operación, pero no fue grande, arréglalo tú. Pon un equipo directivo que, sin mochila, saque aquello adelante y, cuando esa empresa vaya fenomenal, vende las acciones o dedícate a cobrar dividendos, que podrás presentar a la Junta de Accionistas como «atípicos».

O sea, que me gusta. Tiene un inconveniente, eso que, no sé por qué, se llama «riesgo moral». Es la actitud que puedo tener yo de conducir mí coche sin mucho cuidado porque está asegurado a todo riesgo. Total, si le hago una abolladura, la pagará el seguro. En el caso de alguna empresa, la abolladura será de unos cuantos euros más, pero también se la quedará el banco.

Como soy de Zaragoza, y mi mujer también, hace poco hemos hecho algo que teníamos pendiente desde hace tiempo: suscribirnos al Heraldo de Aragón. Con ello, se me va ocupando el día, porque a La Vanguardia, Expansión, Valencia News, El Confidencial y Time, hemos añadido el Heraldo. Lo leemos selectivamente: mí mujer lee las esquelas y yo, los deportes.

En los deportes, me tropiezo con el Zaragoza. En 2ª división, a trancas y barrancas, en concurso de acreedores, con una deuda gorda, que ha servido para fichar a unos jugadores que, sin ánimo de ofender, no son Cristiano Ronaldo ni Messi. Me paso a Valencia News y veo que el Valencia, económicamente, tampoco está para echar cohetes. Y otros equipos, lo mismo. Y pienso que los señores que han dirigido (¿?) esos equipos fueron pioneros en lo del riesgo moral, pensando, quizá inconscientemente, que alguien me resolverá el cisco en el que me estoy metiendo.

Lo del riesgo moral afecta a todos en la empresa. Leo eso de que hay que motivar a las personas que trabajan. Yo creo que la responsabilidad del que manda es no desmotivar e ilusionar. Punto. Y saber, y hacer saber, que una empresa no es un camino de rosas en el que los competidores llaman amablemente todos los días para preguntar qué tal hemos dormido. En el caso del Zaragoza, la culpa no es de «la mucha presión» y de que «las ansias les agarrotan» ni del «excesivo ruido alrededor del equipo». Es de que la empresa se ha dirigido mal, muy mal, horroroso.

Supongo que la solución, en mí equipo, en Pescanova y en cualquier empresa del mundo, está en el trabajo bien hecho y bien acabado, que no espera que nadie le saque las castañas del fuego, porque, como pensemos en lo de las castañas, esto no lo arregla el banco malo ni cualquier otra idea brillante que hagamos.

Lo digo en una entrevista y el periodista me dice: «o sea, tenemos que ser alemanes». Le contesto que no. Que no hay que salir de España para encontrar gente -mucha gente- que trabaja muy bien, y que eso hay que transmitirlo y que la labor principal del gobierno está en:

1. No desmotivar a la gente con comportamientos indebidos ni con frases ininteligibles o que, a primera vista, parecen falsas, o exageradamente optimistas.

2. No distraerse, dedicándose a cosas distintas de la principal preocupación de los españoles: el paro, según la encuesta del CIS de febrero.

3. Hacer todo lo necesario y un poco más, para conseguir financiación para las empresas.

4. No basar nuestro futuro en conseguir que la gente que trabaja en las empresas cada vez cobre menos. (Lo que se llama «reducción de la masa salarial»).

Y no muchas cosas más. Porque, si nos dedicamos a muchas cosas y cada ministro habla de las suyas, y cada presidentito y cada ministrito autonómico, de las otras suyas, se producirá -ya se está produciendo- el exceso de ruido de que hablábamos antes.

Y eso, en el Zaragoza, es malo. Y en el Valencia.

Y en la mercería de la esquina.

Leopoldo Abadía

Los comentarios están cerrados.

Ir arriba