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El Partido Popular y el dilema de Hamlet

Hemos entrado ya en las últimas cuatro semanas antes de la cita del 24-M. La vorágine electoral cierra su primer e importante acto con la proclamación de las Candidaturas, los distintos equipos con los que las formaciones políticas concurren a las elecciones. A nivel autonómico, 23 Partidos y/o Agrupaciones por la circunscripción de Valencia, 19 por la de Alicante y 20 por la de Castellón. Una cromática oferta ideológica de lo más variado que recorre todo el espectro ideológico de izquierda a derecha. Oferta que se ve aumentada a nivel municipal, con una variadísima representación ciudadana en todos y cada uno de nuestros municipios. Toda una amalgama de siglas y nombres refrendada por los distintos Boletines Oficiales en las tres circunscripciones electorales.

La cita con las urnas se acerca y el ciudadano prepara su periódica convocatoria en un ambiente desnaturalizado por un ruido mediático perfectamente diseñado, que ha buscado y sigue intentando criminalizar al Partido Popular, prácticamente por todo desde la batalla de Almansa. Una batalla que ha marcado sin duda nuestra Historia como pueblo, y que este fin de semana nos hemos encargado de recordar, conmemorando ese 25 de abril y reafirmando ese compromiso con nuestra tierra. Una reafirmación sobre quiénes somos y de dónde venimos. De ese camino que hemos recorrido juntos y que nos ha llevado a poder disfrutar hoy en día de un régimen democrático que nos permite decidir quién y cómo debemos gobernarnos. Una reafirmación constatada en ese espíritu reflejado en este Estado de las Autonomías que nos ha permitido disfrutar de la mayor capacidad de autogobierno de nuestra Historia, con nuestros errores y aciertos, pero con toda la rotundidad que nos permite la Libertad y la Pluralidad que disfrutamos.

Es hora de que el ciudadano efectúe una serena reflexión también, sobre todo aquello que directamente le afecta y que ahora está en juego. Debe buscar esa difícil abstracción de un entorno excesivamente convulso, y debe plantearse una serie de cuestiones que reivindiquen su verdadero protagonismo en la fiesta de la Democracia. La variada oferta electoral debe ser analizada desde la objetividad, evaluando pros y contras de los anuncios y ofertas que posteriormente deberán plasmarse en acciones de gobierno, de ahí la importancia de prestar atención a los distintos programas, porque por mucho que digan, los programas están para cumplirlos. Y ahí es donde empiezan a flaquear aquellas opciones que desde el populismo y la demagogia ofrecen un modelo sustentado en un Estado salvífico que anula al individuo y lo suplanta. Y también, aquellas que hacen de la equidistancia, una estrategia de camuflaje ideológico para confundir al elector con cantos de sirena que difuminan intereses ocultos por descubrir. Es hora de presentar balances para que el ciudadano verifique el coste de oportunidad de su decisión. Una prueba de fuego de la que pocos se salvan y que representa esa otra cara de las políticas públicas, la rendición de cuentas o accontaubility, esencial para la implantación de nuevos modelos de regeneración democrática.

El horizonte electoral presenta un cromatismo ideológico enriquecido con la presencia de nuevos actores que buscan su espacio en el revuelto río en que se ha convertido la política nacional y autonómica. Unas aguas revueltas, en las que algunos buscan la recompensa a su constante campaña de acoso y derribo al Partido Popular, tras participar de la ceremonia de la confusión perfectamente diseñada en la que han sumido a buena parte del electorado. Se ha abierto la veda del todo vale, la carga de la prueba ha quedado relegada por el “difama que algo queda”. Una campaña que viene a demostrar la inquietud y debilidad de una Izquierda que no ve claros los números que con tanto arrojo lanzan desde sus tribunas demoscópicas. Se acerca la fecha y sus temores, bien difuminados por el circo mediático, confirman que esa mayoría silenciosa sigue latente a la espera de una decisión que podría romper las previsiones de sus oráculos. Se juegan mucho y de ahí esta desesperada reacción de última hora.

Por eso es de señalar la entereza del Partido Popular, que ha hecho suyo el viejo dilema de Hamlet: decidir si es más noble resignarse a las adversidades de la vida o hacerles frente y terminar con ellas, afrontando esta tormenta mediática con la determinación de que el servicio a España y a los españoles está por encima de los intereses de Partido, desde la lealtad institucional y garantizando una estabilidad que otros siguen socavando. No es tarea fácil, pero la recompensa merece la pena.

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