El refugio de los clásicos

Uno pensaba que la gran ventaja de las ciencias experimentales, revestidas de su máxima nobleza, era su dimensión cuantitativa en un mundo real, es decir el mundo del “ser”, frente al mundo del “deber ser” que invade las ciencias jurídicas y sociales, las cuales tienen siempre como protagonista a la persona humana, con sus preferencias, con sus objetivos, con sus criterios racionales o no, de los que dependen sus respectivas actuaciones, que producen consecuencias, en ocasiones, difíciles de prever.

Las ciencias experimentales, fundamentalmente la física, la química y las ciencias de la naturaleza, dan soporte, a su vez, a las ciencias aplicadas y, cómo no, a la técnica, que transforma en acción instrumental, los principios elaborados o descubiertos por las ciencias en su esfera especulativa. Uno, ignorante en estas materias, aspiraba a no dejarse sorprender por acontecimientos que, suponíamos, estaban perfectamente dictaminados por los principios teóricos que avalaban cualquier actuación sobre elementos materiales, que no humanos.

La cosa, sin embargo, no parece tan clara. Ya nos impactó, en su momento, la noticia de los problemas en la cubierta del Palau de les Arts, aunque al parecer, no sólo eran en la cubierta. Pero a ello tengo que añadir, hace tan sólo cinco días, las noticias de los desperfectos en la fachada del centro de Turismo, que apenas cuenta con quince años de antigüedad, los apreciables problemas en el Hospital de Manises, que hace catorce años concluyeron sus obras y, en obra civil, los desperfectos del viaducto de Contreras en la A-3, entre Valencia y Madrid.

No lo entendemos. Los cálculos técnicos, sigo pensando que tienen la ventaja de la concreción, de la exactitud, de que sólo debe de ser lo que realmente es. ¿Qué está ocurriendo para que no sea excepcional la deficiencia en una realidad técnica? ¿Corresponde lo hecho, a lo que se dijo que se iba a hacer? ¿Puede la necesidad de competir en precios, restar garantía a la obra? ¿O quizá es que la corrupción, cuando existe, genera podredumbre, no sólo en las personas, sino en la obra realizada? Después de conocer anteayer que somos uno de los países de la Unión Europea, en que la percepción de corrupción es más elevada, nada me extrañaría.

Pensaba que había quedado atrás aquel cartel de los años sesenta, a la entrada del puente de la Paz en Salamanca, en el que podía leerse, junto a la limitación de carga de 2.5 Tm. que los vehículos con carga superior se dirigieran por el puente romano. Y es que los clásicos no engañaban. ¿Habrá que volver a las viejas calzadas, a los viejos puentes y a los seculares edificios?

José T. Raga

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