Etapa tras etapa

Este lunes se cumplieron cien años de la inauguración del dique de Levante, una obra primordial para el Puerto de Valencia, en tanto que supuso la coronación, con éxito de un proyecto iniciado a mediados del siglo XIX por el ingeniero Juan Subercase. Hoy, un siglo después, ese dique protector, superado por sucesivas ampliaciones, todavía se puede identificar a poca distancia del nuevo muelle de cruceros.

Para las grandes obras, para las infraestructuras de verdadera importancia, el tiempo parece no existir. En el verano de 1913 fue el valenciano Amalio Gimeno, ministro de Marina, el encargado de inaugurar el dique que puso al puerto de Valencia a salvo de los temporales y los aterramientos; pero aquella misma mañana colocó la primera piedra de otras obras y tareas en una instalación que había tomado conciencia de la importancia de ser el puerto de Madrid y de la meseta castellana. A lo largo de la primera década del siglo, el Edificio del Reloj y los tinglados que ahora estamos protegiendo fueron naciendo gracias al esfuerzo presupuestario de la Diputación y el Gobierno.

A lo largo del día de hoy, el puerto de Valencia va a entrar en una nueva etapa de su larga vida. Cerca del aquel viejo muelles de rocas rojizas traídas de El Puig , embebido desde hace años en la prolongación del muelle de Levante, va a atracar el MSC Splendida, un enorme buque de crucero que cada martes, en alta temporada, se deja ver en nuestro puerto. Es la confirmación de que el puerto de Valencia se ha convertido, al fin, en el gran muelle de embarque de la capital de España y en un punto de atracción irrenunciable dentro de ese nuevo capítulo turístico. La novedad del día estriba en que, finalmente, va a empezar a consolidarse un nuevo y mejor servicio a este tipo de buques gracias al muelle que se va a comenzar a utilizar en la ampliación del puerto de Valencia.

Termina de ese modo que los mejores buques turísticos tengan que echar el ancla en instalaciones de vocación comercial e industrial. Y se abre la posibilidad de que muchos de ellos, amarren en un punto que, al estar situado junto a la Marina Real Juan Carlos I, permitirá que los buques se sitúen al lado de la zona más turística y vistosa de la ciudad: la playa del Cabañal y Las Arenas.

Esta gran novedad se produce pocos meses después del desbloqueo de la propiedad de la vieja dársena y apenas unos días más tarde de que haya comenzado a desvelarse el plan de usos de los terrenos que la ciudad, o mejor el Consorcio Valencia 2007, han recibido de manos del Ministerio de Fomento. Accesibles por el público en general, aunque dotado de las lógicas separaciones y espacios de seguridad, los nuevos muelles para cruceros significan que es imparable el proceso de cambio y mejora de las instalaciones portuarias y que la vieja vacación marítima de Valencia no solo no declina sino que se convierte en el verdadero horizonte de futuro de la ciudad.

Una etapa detrás de la otra, el puerto es una infraestructura para los tiempos venideros, un escenario de porvenir donde Alfonso Grau y Pablo Landecho, hace muy pocos días, expusieron los proyectos más inmediatos. Que consisten en hacer más accesibles las instalaciones al público, más eficientes y abundantes los transportes y más atractivas para todos las actividades que en aquella zona se van a poder realizar. Etapa tras etapa, la unidad de Valencia con su mar a través del puerto es una herencia que hemos de continuar y que solo con la unidad entre las instituciones, los partidos y los empresarios valencianos va a poder ser coronada en el futuro.

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