Extremismos invisibles

Hace unos días, en el barrio de Chamberí , un grupo de personas que no llegaba a la docena, entró en la sede de Izquierda Unida, arrancó algunos carteles y pronunció eso de “rojos de mierda os vamos a matar”. Acción reprobable que hay que denunciar y perseguir. El diputado en el Parlamento de la Unión Europea, Willy Meyer, de Izquierda Unida, ha presentado en Estrasburgo una protesta por los numerosos ataques (no ha precisado cuántos, ni dónde) y ha acusado a las autoridades de Madrid, poco menos que de ser cómplices de estos actos.

El victimismo no es una exclusiva del nacionalismo, sino que ya alcanza a los comunistas veteranos que, en cuanto les arrancan unos carteles en una sede –acto, repito, reprobable, que condenamos- ven la mano cómplice del Gobierno y el “peligro para la democracia”. Democracia que, por lo que se ve, no peligra cuando asaltan las sedes del PP en Baracaldo, con cócteles molotov, o cuando las asaltan en Cataluña, o cuando los extremistas ¿serán de izquierdas? queman contenedores, asaltan los escaparates de las tiendas o ejercen la coerción a las sucursales bancarias, cuando se quejan de los daños recibidos. En la sede del PP en Amurrio dejaron pintadas claramente amenazadoras y, en el País Vasco, no tienen que decir “os vamos a matar”, basta que un desconocido te diga suavemente al oído “sé dónde vives” para que tengas miedo auténtico, porque allí se ha matado con estos avisos previos.

Comprendo que la preocupación de Willy Meyer sea vigilar los extremismos fascistas, pero si no ve los totalitarismos de la izquierda, y no los condena, o enmudece en una complicidad evidente, contribuirá no sólo al deterioro de la democracia sino a que terminemos una vez más a ostias, como ha ocurrido tantas veces en la desgraciada historia de España.

Luis del Val

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