Enrique Arias Vega, colaborador en Valencia News. Más fácil protestar que hacer

Gales, Escocia y Cataluña

Hasta hace poco, a los británicos no les preocupaba una posible secesión de Escocia porque las encuestas la daban como muy improbable.

Las cosas han cambiado radicalmente, según he comprobado en mi último viaje al Reino Unido. Hasta Carwyn Jones, primer ministro de Gales —para entendernos, el presidente autonómico de esa Comunidad— ve “un gran peligro” de que tal cosa suceda.

O sea, que los galeses, con costumbres diferenciadas, un idioma propio bastante extendido —en Escocia, en cambio, muy pocos hablan la lengua vernácula— y un fuerte sentido de identidad nacional, no quieren la independencia que Alex Salmond pide para los escoceses en el referéndum del 18 de septiembre. Más aun: acusan a los separatistas de Escocia de egoísmo al querer quedarse con los beneficios del petróleo del Mar del Norte y dejar a su suerte al pobre y subvencionado País de Gales.

Éste es un reproche que, de alguna manera, bastantes españoles podrían hacer a los nacionalistas catalanes, en una oposición entre ricos y pobres. Se trataría, pues, de una lucha de clases tanto o más que de un conflicto entre naciones. Con ese razonamiento, Carwyn Jones ha advertido que los próximos que podrían pedir la independencia del Reino Unido serían los ingleses, para así no tener que cargar a solas con los galeses y los irlandeses del Norte. ¡Menuda paradoja!

En ese berenjenal se ha metido, él solito, el premier británico David Cameron, al aceptar el referéndum escocés. Aquí, en cambio, Mariano Rajoy hace de Don Tancredo, esperando que el fracaso separatista en el Reino Unido disuada a los independentistas catalanes. Pero ¿qué pasará si ocurre justamente lo contrario?

 

 

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