William Vansteenberghe, Experto en Inmigración. Aquarius, el frio cortante de las olas

Hacerse el sueco

Por lo visto el origen de la expresión -hacerse el sueco-, tiene su origen en la palabra latina soccus, especie de pantufla que se calzaban los cómicos en el antiguo teatro romano. De esta expresión proviene los vocablos Zueco (calzado de madera), Zocato (zurdo) y zoquete (tarugo de madera corto y grueso), asimismo se asocia a persona torpe y obtusa, hacerse el sueco sería actuar con torpeza.
Para algunos lingüistas, y para el vulgo en general, la expresión proviene de los marineros suecos que atracaban en los puertos españoles y aprovechaban su desconocimiento del idioma para entender solamente los que les interesaba.
Ambas definiciones se adaptan muy bien a Suecia y su forma de tratar el problema de los refugiados provenientes de los distintos conflictos que asolan el Próximo y Medio Oriente.
Demostrando una generosidad fuera de toda duda con los refugiados y ello desde el final de la segunda guerra mundial, ha ido aceptando la mayor cantidad de refugiados en relación con su población, más de 165.000 personas en 2015, o sea el 1’67 % de la población sueca, provenientes de Afganistán, Irak, y Siria principalmente, los cuales han podido acceder a los beneficios de la sociedad Sueca, alojamiento, educación y sanidad, y no de las peores de Europa. En menos de dos años han recibido en la región de Malmö la mayor cantidad de estas personas tan necesitadas, a diferencia del resto de Europa que interpretación de los tres monos, el que no ve, no oye y finamente el que no habla.
Pero, ya que siempre lo hay, han descubierto que han llegado a su límite de recepción efectiva con el presupuesto que se había impuesto en un principio: Suecia dedicará un 1% de su PIB (512.000 millones de euros) a los refugiados .
La decisión de cerrar el grifo abierto hace dos años, ha sido recibida con alivio por la población sueca y ello en su inmensa mayoría, y por profundo desagrado por las fuerzas progresistas y los nacionalizados que llevan integrados muchos años en el país escandinavo. La escenificación de este cambio de política no pudo ser más sentida, por televisión el primer ministro socialdemócrata Stefan Löfven explicaba la incapacidad de hacer más con las condiciones actuales, mientras la líder de los Verdes, Asa Romson, apenas contenía las lágrimas.
Esta recepción de población en gran cantidad y de manera brusca, ha incidido de forma similar en varios países; Austria, Alemania, Dinamarca y Noruega, en este último provocando un cambio de gobierno de Centro Derecha, que se ha puesto a deportar de forma inmediata. Las reacciones en todos estos países han sido muy parecidas: el aumento de la intención de voto a partidos de corte excluyente, si no claramente racistas, en el caso sueco el mayor beneficiado ha sido el partido Demócrata Sueco, claramente contrario a la inmigración, y eso que más del 16 % de la población sueca es de origen extranjero.
Marten Martensson, del servicio estatal de Migración en Malmö, la principal ciudad afectada por esta llegada masiva, especifica que el problema es de vivienda, problema recurrente en Suecia desde siempre.
Para que los refugiados ya aceptados, puedan recibir vivienda y los 9 euros al día que se les otorga para gastos, además de la comida asistida en centros especializados y la sanidad, los que lleguen ahora, deben ser privados de esto, salvo que tengan un hijo menor de 18 años.
A partir de ahora los que lleguen lo tendrán todo más difícil, siendo el eje para la permanencia en Suecia, el encontrar un trabajo y mantenerlo. Aun así, a pesar de resolver la situación de viabilidad económica, el Estado Sueco ha decidido dificultar la obtención de residencia y asimismo de la nacionalidad, con ello demuestra que no solo es un problema de sostenibilidad económica, sino del uso de un mecanismo administrativo para apaciguar el miedo de toda la sociedad sueca, incluido a sus gobernantes. Han entrado “demasiados extranjeros” de golpe, para un mecanismo ignoto que atesora toda sociedad para mantener sus criterios culturales y tradicionales. Los Suecos, Daneses, Austriacos, Noruegos, Alemanes, se sienten amenazados, y lo que es más sorprendente es que todos reaccionan de la misma manera, cerrando la puerta.
Varias conclusiones se pueden entresacar de todo ello; La primera el tener que tratar el tema de forma sincera, escapando al debate entre el buenísimo y el malísimo. Si esto no se produce, jamás podremos resolver esta fractura social espontánea que se produce antes la llegada importante de extranjeros, y con ello jamás podremos mejorar la integración de un gran monto de personas, las cuales en un mundo globalizado se van a situar a las fronteras de un país o países de forma recurrente.
Otra conclusión es, que el Estado de Bienestar no hace mejor a la persona a la hora de compartir. Lo que supone una gran desventaja en el caso de que una Sociedad tenga que enfrentarse a un reto colaborativo.
Recordemos que si algunos Meteorólogos tuviesen razón, el cambio climático producirá una nueva Edad de hielo en algunos lugares del Norte extremo del Mundo, Serían las poblaciones receptoras actuales las que necesitarían de pronto. de la bondad de las del Sur.
Ante tal situación de posible repetición de personas obligadas a moverse por las carreteras de Mundo, se plantea la necesidad de un trabajo serio, más allá de apreciaciones éticas, sin obviarlas claro está, o de corte voluntarista o benévolo, necesitamos un sistema, en el cual los miedos de unos estén contemplados como algo a tratar y cambiar, y no enturbiar este hecho con apreciaciones subjetivas, de la misma manera que tenemos que incluir en la realidad de la sociedad mundial, la obligación tácita de aceptar e integrar a personas que no puedan vivir en sus lugares habituales de residencia, y huir de forma definitiva de las razones por las cuales se muevan, para justificar, el aceptarlos o no. Son una realidad del siglo XXI, y existe un entramado jurídico que les protege, de la misma forma que obliga a las poblaciones a salvo, a recibirlos.
Sin negar la necesidad de estudiar cuales son los mecanismos que se ponen en marcha a la hora del rechazo, es de vital importancia encontrar mecanismos automáticos de tratamiento del problema, para evitar la dispersión, la descoordinación y el abandono doloso de responsabilidades adquiridas con la firma de tratados Internacionales de obligado cumplimiento.
Aparece claro el hecho de que cuando un ser humano adquiere una necesidad de supervivencia perentoria, el pensamiento occidental actual le somete a una posición de inferioridad inmediata, sea rico, pobre, formado o ignorante.
Grave error ya que si lo que se pretende fomentar el deseo de integrarse en la nueva sociedad, si esta es claramente racista o clasista, o sea excluyente, pocos deseos de integración podrán desarrollar estas personas. De hecho podemos afirmar ya, que los refugiados que recibieron la ayuda del Estado Sueco, sean más proclives a llegar a acuerdos con la forma de vida sueca y la suya, que los que no la recibirán. No olvidemos que la integración se construye sobre la igualdad y se fomenta a través de la ayuda participativa y en las dos direcciones existentes de forma paritaria. Pero de la misma forma no se puede abandonar a la población con ganas de excluir a base de acusaciones ético morales, al menos si pretendemos recuperarlos para este proceso integrativo.
Partir de la convicción que la llegada de nuevas personas es un enriquecimiento, además de estimular un paradigma de “semejanza” entre todos los habitantes presentes en el país, sean extranjeros o autóctonos, frenaría la reacción de miedo y la deriva inmediata al deseo de que el problema es un potencial peligro para la cultura establecida.
Pero no estamos preparados para ser generosos, ni de forma subjetiva ni de forma objetiva, lo que implica que el Estado tiene la responsabilidad de introducir una serie de acicates para que esta situación cambie, y ello para el bien de todos, ya que el futuro será colaborativo o no será. La Educación y las Escuelas son la clave.
La intervención sueca inicial, no fue acompañada por una política de sensibilización de los propios suecos, que tienen derecho a asombrarse ante la llegada masiva de personas diferentes en usos y costumbres, y que vienen a perturbar, de forma involuntaria, el equilibrio tradicional de la sociedad. El que no quiera ver eso se equivoca, y se arriesga a que las sociedades encuentren soluciones drásticas basadas sobre la ignorancia y el miedo.
Asimismo la Unión Europea debería haber preparado, desde hace mucho tiempo, sus Instituciones para una gestión coordinada desde un Centro con presencia de todos los miembros y, haber creado reservas económicas recogidas en un fondo permanente, para ayudar en una situación de este tipo, su lentitud ha obligado a cada país a adoptar una política de recepción diferente, en ciertos casos de rechazo puro y duro y en otros, de aceptación limitada, como en nuestro país, y otros como Alemania y Suecia de recepción masiva y en un corto espacio de tiempo.
El haber estado preparado para estos avatares, habría permitido una buena coordinación y detección de las carencias, además de gozar de fondos para poder paliarlas. Hoy nos enfrentamos a un escenario debilitado en su esencia colaborativa, y sufriendo el acoso de otro simplificador, defensor de la eliminación del problema por exclusión de sus actores más débiles.
Pero no podemos negar que cuando todo esto no ha sido previsto, que sea por el simple hecho de que no haya voluntad real de resolver el problema.

En otro lugares del mundo, donde las sociedades carecen del Estado del Bienestar, como pueden ser el Líbano, Jordania, y que han recibido millones de personas refugiadas, Palestinos, y ahora Sirios, se ha producido una situación bien distinta y sería de gran ayudad detectar que es lo que nos diferencia con estos pueblos, para que su reacción sea de mayor aceptación frente a la nuestra que es de rechazo.
La cercanía cultural y la religiosa ayuda, pero no deja de existir el sentimiento que tu Nación y cultura están siendo invadidas por un gran monto de personas que las va a cambiar para siempre.
De hecho no nos podemos atrever a afirmar que no existe rechazo a esta población o que sean tratados como iguales, sería falso. Pero la cantidad de refugiados aceptados en un sitio y en otro nos debe hacer reflexionar. En nuestros países el límite es 10 veces menor, dicho de otra forma, nos sentimos amenazados de inmediato. El miedo a perder nuestra tradición, nuestra lengua, nuestra cultura, con la llegada de un 1 % de la población resulta ridículo, pero sucede, y debe ser estudiado y paliado.
Con todo ello estamos perdiendo una buena oportunidad para devolver lo mucho que les hemos quitado a estas poblaciones en otros momentos históricos, y con ello haber podido estimular un nuevo marco de concordia entre nosotros y los que nos necesitan. Pero a la llamada siempre contestamos ausentes.

Artículo de colaboración de William Vansteenberghe

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