Enrique Arias Vega, colaborador en Valencia News. Más fácil protestar que hacer

Hacia atrás en Irak

Hace diez años, Irak y Siria eran unas feroces dictaduras, sí, pero los regímenes de Sadam Husein y Bashar al-Asad ni eran islamistas ni tenían nada que ver con Bin Ladem y demás fundamentalismos religiosos. Pues bien: la culpable ignorancia de Bush, Rumsfeld y otros políticos tan indocumentados como ellos ha logrado que el terrorismo islámico esté ahora mismo a las puertas de Bagdad.

También la UE y la OTAN han querido poner sus quintales de arena en este despropósito, armando a los terroristas opuestos a Al-Asad y colaborando en el derrocamiento del libio Gadafi.

El resultado no puede ser más desolador: Libia es un caos sin ninguna autoridad política que lo controle, Irak está a punto de desaparecer como Estado, en Siria la guerra civil ha costado ya 200.000 muertos y el fundamentalismo religioso crece como la espuma en la zona, exacerbando el odio entre chiíes y suníes. ¡Menudo éxito de las democracias occidentales!

Ante la inestabilidad creada por tanto desacierto —que afecta desde El Líbano hasta Egipto—, Occidente mira ahora con esperanza al régimen iraní de los ayatolás para que ponga algo de estabilidad en la región. Mírese por dónde, los clérigos extremistas del chiísmo han pasado de ser el eje del mal a convertirse en los aliados del Gran Satán.

Para este viaje no se necesitaban alforjas, ni cientos de miles de víctimas y desplazados ni la desaparición de la sociedad laica ni la ruptura caótica de varios países.

Todo eso es el resultado de una desgraciada política intervencionista que quiso hacer de Irak un ejemplo de democracia civil y lo ha convertido en un infierno tribal y sectario, similar al de Afganistán.

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