Hay quienes cumplen

La asimetría en las conductas de las gentes, sea cual fuere el carácter de éstas, es una característica muy generalizada. Siempre hemos visto que ante una tarea colectiva, frente a quienes se esfuerzan, poniendo todo su mejor saber y esfuerzo en el desarrollo de su cometido, sin regatear tiempo ni disponibilidad, encontramos sujetos que buscan la forma de eludir cualquier compromiso con el objetivo común.

Lo peor es que no sólo buscan, sino que consiguen desviarse de la atención de los demás, de la de los controladores de la ejecución del trabajo y, cuando no tienen más remedio, cuando se encuentran cercados por las circunstancias, sorprenderán al conjunto con una baja médica que les permitirá invernar en un estado letárgico en el que siempre desearon vivir.

Naturalmente no estoy hablando de lejanos y desconocidos países, sino de lo que tenemos más próximo. Un mundo asimétrico, que extrañamente es capaz de seguir tirando, cuando lo lógico sería la más cruda revolución para acabar con los que tienen como objetivo vivir a costa de los demás, de los que sí que toman en serio la tarea que mejora la vida de la comunidad, sin pasar por su mente la vida parasitaria que otros plantean como objetivo vital.

Esto que ocurre a nivel micro en cualquier entorno empresarial, social, incluso familiar, se traslada también a dimensiones macro del sector productivo de bienes y servicios tanto privado como público. La crisis que ya no se puede seguir ignorando en otoño de 2007, nos muestra el pecado que la ha producido: el ansia de tener, el ansia desmedida de gozar, y cuando la renta no es suficiente siempre tendremos el instrumento del endeudamiento que nos permitirá cumplir los objetivos de gasto.

Así la deuda contraída es la gran variable que expresa la ruina de nuestra economía, a nivel global (macro) y a nivel de los agentes económicos (economías de consumo, de producción, en definitiva sector privado y sector público). Han pasado algo así como seis años y medio, y nos encontramos con una asimetría notable en las actitudes de los que se pusieron desde el primer momento a tratar de reducir su fragilidad económica, debida a su endeudamiento, y los que continuaron alegremente, complaciéndose dos veces por semana en el éxito de colocar más y más deuda pública.

Las familias y las empresas han sido un ejemplo de lo que había que hacer. Con diligencia disminuyeron drásticamente su nivel de gasto y con el excedente de renta que ello permitía, dedicaban a reducir su endeudamiento con el ahorro generado. En consecuencia, un ejemplo ad intra y ad extra, que no merece quien nada hace para sacrificar sus niveles de gasto, para reducir el extraordinario crecimiento del saldo de deuda viva de las administraciones públicas. Una asimetría que, para desgracia del sector privado que hizo debidamente sus deberes, tendrá que sufrir la desidia del sector público para con sus impuestos acudir en socorro de su indolencia.

José T. Raga

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