Hundir los barcos

En la isla de un domingo sosegado apareció de pronto en el móvil el prometedor mensaje de un amigo: “A veces uno alucina sólo con ver el color de la hojas de las Photinias…”. Pero toda la magia desapareció al abrirlo. Junto a una preciosa imagen llena de color de primavera, la frase proseguía: “…hasta que llega ante el ordenador y se encuentra con la noticia del barco de Inmigrantes que naufragó cerca de Sicilia”.

Una vez más y cada vez con más víctimas. La travesía de inmigrantes hacia Europa se dispara en el Mediterráneo con el buen tiempo, esto no es nuevo y por la información que nos llega mucho me temo que tampoco es pasado. 700
personas el domingo, 400 pocos días antes,….el mar en calma y las conciencias demasiado tranquilas. Rápidamente surgieron los comunicados de indignación, de duelo, de alarma (obvio los que sacaron los pies del tiesto). La
tragedia de Lampedusa en octubre de 2013 iba a ser la última, ¿qué ha fallado?, ¿qué estamos haciendo mal?.

Perdonen pero creo que el problema está en que no estamos haciendo nada.

Los gobiernos de los países de la UE están en el momento de escribir estas líneas, buscando soluciones, aunando criterios, dando versiones y posiciones.

Pero en cuatro días la declaración más contundente es la del responsable de Interior e Inmigración de la EU, Dimitris Avramópoulos, de destruir los barcos de los contrabandistas de personas, fórmula basada en experiencias como Atalanta, la misión naval enviada al mar Rojo para expulsar a los piratas.

Hundir los barcos hará más difícil el transporte, pero no solucionará la situación de miles de personas que arriesgan lo único que tienen –su vida- para justamente seguir viviendo.

Piensen un momento en qué situación debe verse una persona para conscientemente poner en riesgo no solo su vida sino la de sus allegados.

Cómo debe encontrarse una madre o un padre para fiarle al mar sus tesoros más preciados. La solución no es sencilla, lo se, pero está en el origen, no en el medio.

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