Ikea y Alfafar, un tren de largo recorrido

La esperada fecha para la apertura de la primera tienda de Ikea en la Comunidad Valenciana, en el municipio de Alfafar, ya es una realidad. Pero también se podría vincular este aterrizaje de la multinacional sueca a la canción «La Fuerza del Destino», de Mecano, porque parece que la unión de ambos, empresa y sede, estaba escrito desde hace mucho tiempo. Y a las pruebas me remito.

Las innumerables circunstancias acaecidas durante las dos últimas décadas parecían presagiar que algún día, Ikea y Alfafar cruzarían sus caminos, a pesar de que durante mucho tiempo la localidad de l´Horta Sud estuvo descartada, y eso que fue la primera opción de la compañía nórdica para implantarse en tierras valencianas.

Pero desde entonces mucho ha llovido. Y ya lo único cierto es que el 30 de junio de 2014 pasará a la historia como el día en que la todopoderosa multinacional sueca del mueble low-cost, y auxiliar, con estándares de calidad, llegué a una región con la que ha mantenido una particular relación de amor-odio durante muchos años.

Porque efectivamente así ha sido, aunque muchos aficionados a la marca no se lo crean. No ha sido, para nada, una tarea sencilla. Ni para los valencianos ni para los suecos. Como si de un capítulo del desarrollo empresarial universal se tratara, los directivos de Ikea han visto frenada una y otra vez la posibilidad de implantarse en una región con una gran tradición en el mueble.

Una aparente ventaja que demostró convertirse en una hándicap ante la evolución de los acontecimientos y las intenciones del gigante sueco, por la férrea oposición del sector del mueble valenciano.

Una industria que surgió del rico tejido empresarial valenciano, con fuertes señas de carácter familiar, a principios de los años 70, y que la vio como una gran oportunidad de negocio, al abrigo de la otrora poderosa Feria del Mueble. Este desarrollo permitió la eclosión de varias comarcas valencianas, especialmente la de L´Horta Sud, debido a la aparición de fábricas y a una importante distribución de ventas, tanto a nivel nacional como internacional.

Esa fortaleza del sector permitió ejercer mucha presión, a modo de lo que hoy conoceríamos como un lobby, aunque éstos hayan existido siempre, para frenar la llegada de Ikea a Valencia, y más concretamente a Alfafar.

Sí, como lo leen. Porque el proyecto de implantación de la multinacional sueca en una de las grandes áreas valencianas del mueble, junto con otras localidades vecinas como Sedaví, Benetússer, Silla o Picassent, tiene años de historia, tal vez, demasiados.

Los primeros rumores sobre la llegada de la multinacional nórdica se produjeron durante los años 90. Pero entonces, Ikea tuvo varios obstáculos, a pesar de su poderío internacional. Por una parte, había una industria del mueble fuerte en la zona, aunque empezaba a perder competitividad respecto a décadas anteriores.

Como consecuencia de esa fortaleza la Asociación de Comerciantes del Mueble ejerció presión para evitar la implantación de la empresa sueca en Alfafar, aunque se vendiera lo contrario por aquello de guardar las apariencias.

Eso fue por una parte, porque por la otra, la falta de criterio común entre los numerosos propietarios de unos terrenos que aún eran parcialmente explotados para la agricultura, evitó la fructificación definitiva del acuerdo. Y tras varias negociaciones Ikea arrojó la toalla. Pero solo fue un hasta luego, al menos para intentar abrir una tienda en la Comunidad Valenciana.

Mientras tanto, la marca sueca empezaba a avanzar en España, y tanto Madrid como Barcelona y otras ciudadades veían la apertura de grandes tiendas en sus respectivas áreas metropolitanas.

Sin embargo, la situación dio un nuevo giro a mediados de los años dos mil cuando los propietarios de los terrenos decidieron enterrar el hacha de guerra para aunar esfuerzos y recuperar el proyecto, una vez que asumieron la decadencia de la agricultura.

Y fue en ese momento cuando desarrollaron de manera conjunta un Plan de Actuación Integrada, los famosos PAI de la burbuja inmobiliaria, junto con la necesaria aprobación del Ayto. de Alfafar, y bajo la marca paraguas de Alfafar Parc.

Lo que parecía imposible se cumplió, y finalmente el impulso para la creación de una renovada zona del mueble se convirtió en una realidad. Y por supuesto, la opción Ikea se retomaba para abanderar la revitalización de la zona. A partir de ahí se reiniciaron las negociaciones con los dirigentes suecos, siempre según los propietarios y el Ayto. de Alfafar, gobernado entonces por el socialista Emilio Muñoz, ya que la empresa sueca nunca las confirmó oficialmente, pero que fructificaron presuntamente en el año 2010.

Sin embargo, en ese momento, cuando los propietarios, Ayto. de Alfafar, y demás agentes implicados en la operación llegaron a un acuerdo, se cruzó en su destino la fuerza inversa del Gobierno de Francisco Camps.

Un obstáculo insalvable para un proyecto local, impulsado por un consistorio de siglas rivales, el PSPV, y rechazado por la necesidad de construir nuevos accesos en la zona, por un Ministerio de Fomento que languidecía sumido en los inicios de la crisis económica.

Por si este fuese poco el Gobierno de Camps jugaba la baza de su color político y de un alcalde joven y con proyección, Lorenzo Agustí, quien le había arrebatado a los socialistas valencianos un feudo tan emblemático como Paterna en las elecciones de 2007.

A partir de ahí, el Gobierno de Agustí jugó fuerte, y la Generalitat también. Ambos organismos lo intentaron, se multiplicaron las reuniones, se ejerció una gran presión hacia los directivos suecos, pero una vez más el destino jugó a favor y en contra de Alfafar, ya que decidió que en la presunta adjudicación definitiva del proyecto a Paterna se cruzase la recesión económica.

Una situación rocambolesca, porque supuso un duro revés para Alfafar ya que Paterna jugaba a caballo ganador, pero la crisis lo cambió todo y convirtió una situación perdida en una nueva oportunidad, aunque tuvieran que pasar unos años más.

Y esa nueva oportunidad para la localidad de l´Horta Sud llegó en 2011 cuando el popular Juan Ramón Adsuara, que se estrenaba en unas elecciones, conseguía la vara de mando arrebatándosela al PSPV tras treinta años de gobierno local. A partir de ahí, la nueva corporación municipal, impulsada también por una Generalitat con mayor criterio de actuación debido a la crisis, consiguió recuperar las negociaciones con Ikea y los propietarios de Alfafar Parc, para que la zona pudiera acoger por fin, a la multinacional sueca.

Habían pasado décadas, múltiples intentos, alcaldes, consellers y hasta varios Presidentes de la Generalitat, y cuando todo parecía perdido, Alfafar pudo conseguir lo que tal vez, siempre tuvo en su línea de destino, la llegada de Ikea.

El próximo 30 de junio se consolidará una de las mayores zonas comerciales de Valencia, que tuvo su nacimiento en 1975, con la apertura del primer Carrefour de España, y que gracias al mueble siempre ha mantenido una industria reconocida no solo en España, si no en los grandes mercados internacionales.

José Luis Pichardo

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