Imputaciones que confortan

 

 

¡Cuidado! No quisiera que se interpretase mal el enunciado de estas líneas. Su sentido está muy lejos de suponer que me satisface o simplemente me alegra que a alguien se le impute, por un juez, la posible comisión de un delito. Es desdichado quien en esa situación se encuentra, y nunca me he alegrado del mal ajeno.

Lo que quiero decir es que, a los que soñamos en un estado de derecho, aspiramos a que la justicia se administre sin consideración a personas, a cargos o a circunstancias. Jueces ejemplares los hay en abundancia, pero también es cierto que hay excepciones, que por singulares, acaparan la atención de los medios y de la sociedad. El ejemplo de una justicia sana es la mejor medicina para la salud de la sociedad.

Estamos hablando, además, de imputación, que no prejuzga el fallo final de culpabilidad de imputado, pero que muestra la existencia de indicios que merecen ser investigados. Poner trabas a la acción de Jueces y Tribunales, en su función de juzgar, es muestra evidente de decadencia democrática, aseverada por don Alfonso Guerra en su anuncio del sepelio de Montesquieu.

Que los imputados sean ahora el señor Griñán y el señor Chaves, es muestra de que a algunos jueces no les tiembla el pulso, cuando de administrar justicia se trata. Estos jueces, que aíslan su función de las consecuencias políticas y sociales de la misma, son motivo de alabanza pública y de confort personal.

Es evidente que en el primer caso se trunca el plan previsto de aforarse como senador, para dificultar el camino procesal; pero es precisamente ese plan de dificultar o impedir la aplicación de la Ley, el que es motivo de vergüenza pública, de una sociedad que aspira a la igualdad en la modernidad y no a una sociedad de privilegios.

La sociedad necesita saber que las irregularidades que puedan constituir actitudes delictivas, serán investigadas por los jueces, aplicando la Ley con rigor y, en su caso, castigando al culpable para que con su pena repare el daño social y, a su vez, ejemplarice ante los ciudadanos la distinción entre el bien y el mal.

Para la sociedad en su conjunto, no es indiferente que los actos delictivos carezcan de resultado punitivo. El compromiso con la Ley y el orden jurídico, es lo que distingue una sociedad armónica de un conjunto selvático.

Ir arriba