La casta aerolínea

Mi amigo Pepe Ros, que se pasa un cuarto de vida subido en algún avión, dice que, en cuanto llega el verano, los aeropuertos se transforman en una pasarela del mal gusto. Y Siempre que veo a un tripudo sesentón arrastrando unas chanclas, embutido en un pantalón corto que muestra sus desagradables y velludas pantorrillas, me acuerdo de su atinada opinión. Tampoco conviene olvidar esas camisetas de sisa ancha, que muestran todo el vello de las axilas en cuanto el portador alza el brazo para cualquier acción, y no quiero mencionar las gorras blancas, porque para mí el misterio de la gorra blanca en el interior de una sala de embarque sobrepasa mi capacidad de comprensión. 

De lo que no tenía noticia era de la censura previa del empleado de una aerolínea, la Monarch Airlines, que a una muchacha inglesa, que se disponía a celebrar su mayoría de edad en Mallorca, la obligaron a quitarse los pantalones cortos que llevaba, antes de embarcar, porque la empleada consideró que eran demasiado cortos y no resultaban apropiados.

Monarch Airlines está especializada en vuelos charter, y ha llevado a cientos de británicos, que han puesto sus sudorosas corvas en los asientos de sus airbus, y a otros cientos de hijos de la Gran Bretaña, con esas camisetas en las que el sobaco nos recuerda al mono que fuimos, y nunca un empleado puso la menor objeción. ¿Qué le ha pasado a Monarch Airlines? ¿Ha impuesto la censura previa? ¿Qué largura considera apropiada? Veo a chicas que llevan la cintura de los pantalones tan abajo que, por detrás, se nota el punto en que la espalda pierde su honesto nombre. ¿O se trata de la largura de la pernera? ¿Hay un reglamento? En medio del abrumador desfile de mal gusto de todos los veranos, que la hayan tomado con una chica de 18 años me deja tan estupefacto como ver a un  tío, de apariencia normal, con una gorra blanca bajo la fluorescente luz de la sala de espera de un aeropuerto. 

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