Jesús Montesinos

La coleta está de moda

¿Tendrán que dejarse coleta Alberto Fabra y Ximo Puig para estar a la moda política? ¿Van a tener que ir Mónica Oltra, Ignacio Blanco, Nomdedeu y Morera corriendo a comprarse un chaleco como Monedero? ¿Tendrá que tirar Cristina Seguí sus trapos a la basura si quiere triunfar en política? ¿Veremos a Carlos Mazón barbilampiño como Iñigo Errejón? No lo creo en caso alguno. Pero lo cierto es que de repente la estética de la política ha cambiado.

La corbata y el aspecto funcionarial tienen pinta de antiguo. Y aunque hay muchos votantes que viven esa estética el riesgo de apoyarse en ella es mucho, tal como están las cosas. ¿Hasta dónde Podemos y sus mitos van a cambiar formatos políticos? Felipe González y su pana los cambiaron en los años 70. ¿O nadie lo recuerda?
Pero lo que realmente está cambiando y sin retorno es el lenguaje político. El lenguaje como poderosa forma de comunicación humana encontró en la oratoria política su mejor púlpito. Pero en los últimos años las palabras perdieron sentido. Con los mismos cuatro o cinco términos al uso Montoro, Pedro Sánchez o Morera construyen un discurso distinto con el mismo defecto: demasiadas palabras para repetir lo mismo.

Y de repente llegó la televisión y sobre todo internet. Aparece un nuevo lenguaje para el que no están preparados los políticos españoles, que todos quieren ser Cánovas o Azaña. Y de repente aparece una generación de sujetos muy preparados en la universidad que deciden dar el salto a la política para ocupar el espacio que demanda la ira, la furia de los españoles contra el sistema. Y adaptan el lenguaje de los tiempos, mientras los políticos al uso siguen hablando como Suárez o Lerma. Es el fenómeno Podemos.

El lenguaje político actual (como todos) necesita de frases cortas, rotundas, imaginativas, que enganchen al que está al otro lado de la pantalla o del smartphone. Y necesita un relato sobre el que navegar. Cuando escuchas a Alberto Fabra escuchas a alguien que está pidiendo perdón por algo. No te moviliza para el futuro. Tiene sus valores, pero su lenguaje político y los discursos que le preparan los genios de Presidencia de la Generalitat tienen ahora menos interés que el Calendario Zaragozano. Y que les voy a decir de la lista de políticos valencianos al uso. Aunque les de clases Obama no serviría, porque llevan los códigos del lenguaje funcionarial metido en vena.

Pablo Iglesias aburre a los payasos, pero cuando habla te manda una idea en cada frase. Corta, contundente, que engancha. Y Monedero, que es como el Lenin de Podemos, da una tesis política en cada párrafo. Aburridos, pero abren una nueva perspectiva en política. No estoy de acuerdo con su propuesta de la vuelta a la lucha de clases, pero han inaugurado un nuevo lenguaje. Y el lenguaje es el vestido de los pensamientos que decía Samuel Johnson.
Y se comunican entre todos ellos y con los demás por internet. Un tweet de los respectivos gabinetes de comunicación de Alberto Fabra o Ximo Puig (también los demás) solo describen hechos o recuerdan voluntades, cuando no siguen recurriendo a los comunicados de prensa. Un tweet de Podemos es una historia en 140 caracteres.

Los primeros no se han enterado que hay millones de valencianos que se comunican por WhatsApp y los segundos son nativos de Facebook. Se comunican y se organizan. Solo hay que ver las webs de unos y de otros, su interactividad y el número de seguidores.

Pasa lo mismo con el lenguaje mediático. Pablo Iglesias y compañía han tomado la medida a la televisión y a los medios y controlan espacio y tiempos. Marcan la agenda. Y mientras tanto televisiones, periódicos y radios y los periodistas siguen con los protocolos de toda la vida. Aunque se ha levantado la veda mediática contra Podemos, una frase de Pablo Iglesias llega ahora a más gente dispuesta a escucharlo que lo que diga el presidente del Gobierno. Es el nuevo lenguaje político, que no se enteran.

JESÚS MONTESINOS

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