La economía del Chicle

Qué pueden tener en común un chicle, una partida de póker o jugar a la quiniela? Pues simplemente llevar la elasticidad al extremo entre un interminable ciclo de previsiones macroeconómicas, combinaciones numéricas, apuestas indefinidas y faroles interesados vinculados al gran capital.

Porque a través de esta sencilla perspectiva cualquier ciudadano puede entender los designios caóticos que rigen la economía actual, traducidos en previsiones inconstantes, ajustes interminables del déficit, o si España y sus CC.AA están al nivel de las exigentes calificaciones crediticias a nivel mundial.

En esta tesitura podríamos hablar de las calificaciones en forma de una A, doble AA o las que haga falta, o si el crecimiento para el año 2014 oscilará entre el 0,4%, 0,7%, el 1,5% o incluso hasta el 3%, cuando la realidad es que la economía española sigue viviendo una parálisis absoluta.

Aunque para cualquier persona afectada por esta situación la pregunta es: qué importa cómo coloque el Tesoro la deuda pública en los mercados, qué factores condicionan nuestra prima de riesgo o cuáles son las recapitalizaciones que aún necesitan algunos bancos cuando la realidad es que seguimos padeciendo una contracción gigantesca sin visos de futuro?

Decía el escritor Leopoldo Abadía en la conferencia organizada por VLCNews en el Ateneo Mercantil, que la realidad de la crisis es que nadie sabe, o no les interesa saber, cuáles son las condiciones económicas qué nos encontraremos en un futuro próximo.

Resulta curioso el constante vaivén de cifras en lo que a los pronósticos mundiales se refiere. Y mientras tanto qué sucede? Que los ganadores reales son los de siempre, es decir, los bancos. Y esto se debe a que reciben liquidez procedente del BCE al 1% durante los últimos meses, mientras que compran deuda pública sobre el 4 o 5%.

Dicho de otra manera, negocio redondo para las entidades por los márgenes gananciales, pero también para los grandes gurús de la economía, a los que sí que les salen las cuentas mientras que pymes, familias, ayuntamientos o autonomías siguen apretándose el cinturón hasta límites insospechados.

Unas cuentas que por supuesto, cada uno interpreta a su manera, como si de una partida de póker se tratara, y en dónde cada cual oculta o enseña las cartas en función de sus intereses.

Por una parte se encuentran los Estados, que por supuesto, juegan la carta de la proximidad electoral, de vender su gestión de la mejor manera posible para garantizarse el respaldo de la ciudadanía, así como de los círculos empresariales.

Y por otro lado están las famosas agencias de calificación, que ponen en jaque a toda entidad u organismo que se cruce en su camino con el menor síntoma de debilidad, favoreciendo el grotesco juego de la especulación a inversores, fondos buitre o corporaciones que no suelen casar con la ética.

Prueba de ello ha sido el incomprensible comportamiento de estas agencias con la situación de la economía española en los dos últimos años.

Si hace bien poco nos ubicaban en un callejón sin salida con una necesidad inexorable de acudir a un gran rescate, de repente, casi por arte de magia, unos meses más tarde nos ven de modo contrario alabando nuestro calendario de reformas, y por tanto, como un modelo a seguir por otros países con dificultades.

Tan solo Goldam Sachs ha entonando un cierto mea culpa, aunque bastante discreto, en relación a las fallidas previsiones que realizó de la economía española.

Porque la complejidad de esta situación solo se explica cómo un juego de rol, de póker, o de combinaciones alimentadas por múltiples especulaciones donde los agentes financieros juegan al despiste con fines partidistas sobre el tablero de la economía mundial.

Y para muestra un botón, o dos, como diría el refrán. Del complejo engranaje del sistema financiero, no solo español, si no internacional, dos entidades han sabido jugar sus bazas mejor que nadie en el sector, entre otras cosas, porque apostaron tiempo atrás por la internacionalización.

Son evidentemente el BBVA y el Santander, cuyos ratios de eficiencia les ha permitido ubicarse durante los últimos años en el escalafón superior de los grandes bancos internacionales.

Sin embargo, habría que preguntarle precisamente al BBVA, que suele acertar con sus previsiones macroeconómicas, por qué considera que la economía española pueda alcanzar el  3% de crecimiento para 2014, si se acometen nuevas reformas. Un hito que sin duda supondría uno de los capítulos de recuperación más espectaculares de la economía moderna.

 

 

 

 

 

 

Ir arriba