William Vansteenberghe

La fragilidad

No puedo obviar más el término que creo que más representa, hoy y mañana, la realidad de nuestro Mundo.

Alcanzar ciertas cotas de conocimiento puede servir a dos cosas, ser atrevido y lanzarse a descubrir y fundar, como narra una de las canciones de los Luthiers, la otra encogerse y transformarse en el mayor de los timoratos.

Hasta mediados del siglo pasado estas dos opciones se nutrían de la mayoría de la población, exceptuando genios y otros bizarros inclasificables, los cuales infantiles y egoístas hacían avanzar la humanidad a trompazos mágicos.

Hoy las cosas han cambiado, ya que no podemos soñar con las fuentes del Nilo, ni con la longitud del Congo. Tampoco podemos cruzar un continente enfrentado a la mera naturaleza, hoy solo tenemos un enemigo, nosotros mismos, y el resto del planeta también.

Hemos añadido un elemento nuevo a nuestro comportamiento ilustrado, -el de pensar que la Tierra es un jardín,  y que estamos en el centro de él-, el de la globalización. Somos capaces hoy en día de hacer casi lo que sea en cualquier punto del mundo en un instante.

Lo que se antojaba como algo extraordinariamente útil hace algunos años, se ha transformado en el reflejo de nuestra mayor fragilidad.

Es tan enorme la tarea de jugar con las mismas fichas y la misma mentalidad, pero en un trivial mundial, que erramos siempre, eso nos está obligando a ser timoratos y lentos, en un mundo que exige ser rápido y global.

No es que los políticos sean peores hoy que antes, son iguales, lo que ha cambiado es el escenario, por ello  los errores que ya se han cometido hace cien años a nivel continental, nos damos el gusto de repetirlos sin ningún retén: Concentramos la riqueza en unos pocos, los que en el siglo XX justificó la revolución bolchevique, hoy con los mismos mimbres no hay ninguna en ciernes, algo ha cambiado. La fragilización ante lo inabarcable.

Porque no es revolucionaria toda la masa humana que sufre penuria, porque es parte de los accionistas del poder, todo el mundo tiene algún bien, algún ahorro, es presa mínima del sistema.

Hoy resulta que nuestras valoraciones de cara a lo inmenso resultan todas o casi equivocadas, China iba a ser el motor mundial, el dragón milenario se había despertado, la realidad es que de momento es una mala copia de un dragón de papel. El problema no son los nuevos ricos chinos que gastan y especulan hasta cuando son emigrantes, a la búsqueda de una riqueza prohibida por Ley en su país, el problema es que carecen de soluciones, y peor nosotros apostamos por ellos, los dos carecemos de visión de globalidad. Con una población desbocada, grandes alteraciones en la pirámide poblacional por una política aberrante de control de natalidad, un éxodo de campo a ciudad, inimaginable y causante de una de las mayores fracturas sociales de la humanidad, la política exterior agresiva y desordenada, de este país carente de toda experiencia de realpolitik, invirtiendo en Etiopia, Kenia, Uganda, países emergentes, comprando deuda mundial, incluida la de Europa, y la vez trabajando en el black banking. Pero ellos comenten sus primeros errores de Imperio naciente, lo peor lo cometemos nosotros a la hora de aceptar la fragilidad de las propuestas nacidas de un proceso de  globalización mundial del cual nadie tiene el control.

Una buena muestra de este descontrol es que los Imperios de ayer y hoy son incapaces de resolver los problemas del mundo, y por ello les crecen los enanos regionales, Turquía, Arabia Saudí, Irán, Rusia que se reconstruye a pesar de su ruina, demostrando así  que existe una vacío de poder evidente, en el cual se cuelan organizaciones trasversales y mejor globalizadas como Al Qaeda y el DAESH.

Las opiniones públicas están cansadas de morir lejos, pero ellas también tienen culpa, no han sido capaces de inventar aun las estructuras globales necesarias para defender sus intereses, una vez superados los países, las Uniones, los sindicatos, deben nacer de este periodo de enormidad respuestas coordinadas y solidarias construidas sobre similitudes y no diferencias, ya que si no acometemos el cambio de mentalidad necesario, el mundo se encogerá de golpe aplastando a la mayoría o peor, sufriremos de fragilidad crónica.

Artículo de colaboración de William Vansteenberghe

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