La mortaja

Ser Dircom está sobrevalorado. Lo tengo cada día más claro. Preocúpate por aparecer en los medios, por la reputación de tu marca, por la relación con tus clientes, por la imagen que se exporta, por si tu marca transmite lo que buscas… Un jaleo. Y luego, encima, tienes que aguantar a ingratos que no comulgan con tus creencias que se limitan a decirte la verdad a la cara.

Y es entonces, y sólo entonces, cuando el dircom pasa a ser retratado con sus vergüenzas.

Torna el cuadro de ser una fantasía de color, con tinajas de vino y flores, animales salvajes domesticados y vestales bailando al son de un laúd, a ser algo más parecido a la realidad. La mayoría de directores de comunicación están obsoletos, pasados, aburridos y no saben ni manejar Hootsuite (si estás leyendo esto y no sabes lo que es o eres un dircom inútil: herramienta de gestión de RRSS).

Las tinajas mudan en montañas de morcillas grasientas, las vestales en alforjas con papelajos, las flores en bolis usados y y los animales salvajes en gentuza a la que manipular. Cobardes anidados en un apócrifo poder que creen mamar de la teta que sólo les amamanta al borde de la muerte.

Creencia de dioses cuando no se es sino un cuatrero cobarde, pelota que teme perder la silla ante cualquier cosa y que por no hacer bien su trabajo son capaces hasta de permitir que un medio de comunicación cierre sus secciones tras proferir amenazas y frases del tipo: “No tienes huevos”.

Sin embargo, les contaré una cosa. El otro día me reuní con el director de comunicación del Valencia CF. Y es un señor. No como sus colegas del resto de equipos de la ciudad. Aún queda esperanza.

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