¿CUPO FISCAL? SÍ, PERO PARA TODOS

La revisión del Plan General de Valencia

 

Hace un par de semanas comentaba en esta misma columna los principales retos que, en mi criterio, tenía planteados el nuevo Consell, hoy quiero plantear cual es, a mi juicio, el principal reto del nuevo gobierno municipal de Valencia: la revisión del Plan General.

Naturalmente, esta cuestión –la revisión del Plan General (del instrumento que ordena la ciudad y su entorno, definiendo la estrategia territorial los próximos años)- no es de exclusiva importancia para la ciudad de Valencia, pues muchas otras ciudades de nuestra Comunidad están haciendo revisión de su planeamiento general para –además- adaptarlo a las nuevas fórmulas de la Ley de 2014 de Ordenación del Territorio, Urbanismo y Paisaje.

En cuanto a Valencia, la revisión del Plan General es una necesidad sentida desde hace varios años, pues aunque el Plan General en vigor –el de 1988- ha posibilitado un importante desarrollo y modernización de la ciudad y, a su amparo -con algunas modificaciones puntuales- ha permitido las principales actuaciones de modernización de la ciudad –Ciudad de las Artes y las Ciencias, Avenida de las Cortes, prolongación de La Alameda y Avenida de Francia, paseo marítimo, Marina Real, Ronda norte y Bulevar sur (y los entornos de todo ello)-, lo cierto es que ha agotado sus posibilidades de desarrollo y es necesario replantearse reflexiva y consensuadamente el futuro de la ciudad.

No hay cuestión –ni problema- en cuanto a perseverar y mejorar las líneas de planificación y orientación de Valencia sobre las que se debatía hace treinta años.

Hay, por ejemplo, hace tiempo un consenso generalizado acerca del uso del antiguo cauce del rio Turia como zona y uso recreativo deportivo y cultural, nadie se plantea ya su uso como autovía. O la preservación del Saler, la Albufera y sus entornos como parques naturales –lejos de los planteamientos sobre su urbanización-, como también hay un consenso generalizado acerca de la apertura del puerto a la ciudad, y el abandono del recinto portuario como espacio bunkerizado que caracterizó esa parte de la ciudad.

Sin embargo hay otros aspectos en los que todavía no hay un consenso y sobre los que se debate amplia y profundamente. La prueba de que hay debate e inquietud la tenemos en que a la última información pública –que es la tercera desde que se iniciara la revisión del Plan en 2008- se han presentado más de 22.000 alegaciones y hay unos importantes movimientos ciudadanos, y de especialistas en la materia, con formulaciones alternativas.

Los puntos más controvertidos son obviamente –y dejando aparte las cuestiones puntuales de cada zona- la problemática prolongación de la Avenida de Blasco Ibáñez por el Cabanyal hasta la playa, la conexión de las zonas verdes más significativas en todo el entorno urbano y la limitación de la expansión de la ciudad más allá se los límites actuales del casco urbano.

Sobre la cuestión del Cabanyal, ya traté en un artículo anterior en este mismo periódico el pasado 30 de abril, aunque ahora –con el nuevo gobierno municipal- probablemente haya un cambio de escenario. Si bien es de suponer que el replanteamiento del planeamiento del Cabanyal profundice en el mayor conservacionismo del trazado tradicional de estos distritos marítimos, al que finalmente parecía comenzar a adaptarse el anterior equipo de gobierno municipal para cumplir con las directrices de la Administración del Estado.

En cuanto al modelo de expansión de la ciudad, el cambio de enfoque es más que previsible. El modelo diseñado en la revisión del Plan General sometido a información a la última información pública, aun siendo conservador del entorno natural de la ciudad, preveía una limitada expansión del suelo urbanizado, alrededor de 415 hectáreas más, a costa fundamentalmente de zona de huerta o asimilable a ella. Frente a ello, se manifestaron numerosas opiniones en contra, aduciendo que no es necesario la expansión del casco urbano más allá de sus límites actuales, pues la población se ha reducido en los últimos cinco años –y no parece previsible que vaya a experimentar un incremento notable- y, por el contrario, hay cerca de sesenta mil viviendas vacías y solares urbanizados, en los cuales podrían construirse cerca de cuarenta mil más. La apuesta mayoritaria en la opinión pública –tanto general, como especializada- es la de conservar la huerta y otros espacios naturales no urbanizados, y orientar la expansión de viviendas en la edificación de solares vacantes y la rehabilitación-renovación del actual casco urbano.

Esta última opción es la que parece que cuenta con mayor índice de adeptos y que será la que se imponga.

Ciertamente, ya al final del anterior mandato el anterior equipo de gobierno municipal –ante las inquietudes manifestadas por varios colectivos técnicos y ciudadanos- se planteó –y así lo manifestó expresamente el entonces concejal responsable de Urbanismo Alfonso Novo- recortar las previsiones iniciales de expansión que se formulaban en la revisión del Plan General sujeta a información y acogerse a las tesis conservacionistas de la huerta y de consolidación, edificación y reforma de lo ya urbanizado.

Sobre esta base, me parece que el reto que tiene planteado la nueva Corporación – con la ventaja de estar en sintonía con los también nuevos responsables de la Administración autonómica, que tendrán que dar la aprobación definitiva a las determinaciones estructurales del nuevo Plan General- va a ser la de rehacer la revisión del Plan General para adoptar estos enfoques conservacionistas -tanto de la huerta, como del trazado original del Cabanyal- y apostar por un nuevo Plan General que optimice y conecte las zonas verdes de la ciudad, y que promueva la edificación y rehabilitación del actual suelo urbanizado.

El reto es importante, pues la elaboración y redacción de una revisión del Plan General –que es tanto como hacer un nuevo Plan General sobre la planta, claro, del anterior- es un procedimiento complejo que conllevará una nueva evaluación ambiental estratégica, un nuevo estudio de paisaje, nuevos informes sectoriales, un nuevo plan de participación pública, con nuevas informaciones públicas, y todas las miles de alegaciones que –indudablemente- serán formuladas por afectados o interesados en general.

En fin, que vamos a tener distracción para tiempo, pero será positivo si contribuye a mejorar Valencia y su entorno: un reto, pero también una ilusión.

 

Por Mariano Ayuso Ruiz-Toledo

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