La traición de los profes

Qué calados los tenía Jean-François Revel, a los profes progres; no en vano les dedicó un capítulo del monumental ‘Conocimiento inútil’ titulado como esta nota. 

Los profes progres y los profes bolches; y los anarquistuchos, y los titiriflautas, joder qué tropa sectaria de maestros Ciruela, la flor y nata de Mediocristán. Que no dan palo al agua ni dejan darlo. Que van de incomprensibles cuando salta a la vista que son una yunta de necios. Que se proponen reconstruir la educación pública cuando son ellos –en compañía de otros, por supuesto: ¡los que les dejaron tomar la plaza!– quienes la han devastado. No podían hacer otra cosa, por lo demás: sólo en un erial podrían medrar, con sus expedientes académicos de andar por casa –una casa ruinosa, como la que desquició a Tom Hanks.

Toman como rehenes a sus alumnos y a los padres de sus alumnos en sus huelgas espurias, huelgas políticas de la peor estofa que travisten de huelgas en defensa de los más débiles, a los que machacan a modo con su incompetencia y su sectarismo imbécil: asestándoles una formación deficiente y deformada, inutilizando el mejor ascensor social que tienen a mano, les ponen un tremendo fardo sobre las espaldas. Revel: «El profesor infiel a su deber añade al pecado contra el espíritu el abuso de la posición dominante», frente a unos dominados que no tienen opción «entre escuchar y no escuchar» ni herramientas para separar el grano de las pajas que les infligen. Tremenda corrupción de menores la de esta gente impresentable.

Los ves en sus mascaradas callejeras, tan ufanos, como si corajudos estuvieran prestando un gran servicio a la ciudadanía, y no puedes sino acordarte de Adolfo Bioy Casares y recrear su «traducción negligente» de unos «versos de compasión y protesta compuestos por Juan Hus, durante su tortura, en Constanza, en 1415»: 

¡Pobres diablos los de esta hermandad! 
Sabrán, por gritos a derecha e izquierda, 
que no son profesores de verdad,
sino unos tiranuelos de mierda. 

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