Las Fallas de la reflexión

La espectacular Cremà del Moisés, cuya obra del artista fallero Manolo García con el lema de «Los Diez Mandamientos reescritos», ya fue concebida para arder de manera distinta tanto por sus materiales como por su puesta en escena, puso el colofón a unas Fallas que abren la puerta a múltiples posibilidades sobre su futuro.

Porque a nadie se le escapa que este año 2014 ha supuesto el punto de inflexión para las Comisiones Falleras, JCF, Ayuntamientos, el sector turístico, y por supuesto, para los monumentos, donde se ha notado en mayor medida el calado de la crisis en la sociedad valenciana.

Pero ni siquiera el lastre económico ha impedido que las Fallas se hayan alzado en el cielo de Valencia y numerosos municipios de la Comunidad Valenciana, tal y como sucede desde hace siglos, sobreponiéndose a las adversidades y convirtiéndose un año más en un gran motor económico.

Esa es, sin duda, una de las grandes virtudes de las fiestas josefinas, y más en los tiempos de austeridad que padecemos, no solo los valencianos, si no una buena parte de la sociedad occidental.

Porque los 9 millones de euros que se quemaron ayer, deben ser tomados como una inversión, cuyo retorno le proporciona al cap i casal, y a otros municipios una fuente de riqueza que difícilmente conseguirían en el mes de marzo.

Como se dice en economía, a los datos hay que remitirse para saber que las Fallas 2014 han dejado aproximadamente unos 100 millones de euros en el sector turístico, de los que 60 corresponden a la hostelería mientras que los 40 restantes han ido mayoritariamente a la ocupación hotelera.

Unos datos que ya querrían muchas ciudades en todo el mundo, y que alcanzan un mayor dimensionamiento teniendo en cuenta la crisis española y la falta de coincidencia con un puente festivo a nivel nacional, y especialmente en Madrid, lo que ha rebajado sustancialmente los ingresos para Valencia.

Y es en este punto donde recogemos el título de esta columna, «Las Fallas de la reflexión», porque son muchos los motivos que dan lugar a un ejercicio de análisis para beneficio de la fiesta pero también para la ciudad que la acoge. El primero de ellos es precisamente este último aspecto, Valencia, como cuna de las fallas.

Porque la ciudad se abre y recibe a las Fallas cada año, pero al colectivo fallero se le escapa que aunque sea la esencia de la fiesta no puede obviar la repercusión y efecto que la celebración tiene para sus 800.000 habitantes. Por ello, es momento de que los falleros reflexionen sobre unas fiestas que reúnen a más de un millón de personas, y que por tanto no pueden ser consideradas de un sector concreto debido a su trascendencia y magnitud.

El segundo motivo, y tal vez el más sustancial, es ¿por qué no se puede pasar la Cremà al tercer lunes de marzo, con independencia de si coincide o no con San José?

Es la pregunta del millón y reiterativa, pero es que merece una profunda reflexión. Si se cambió, por ejemplo, la festividad de la Virgen de los Desamparados al 2º domingo de mayo, ¿por qué no puede suceder eso en las Fallas si supondría un aumento notable en el impacto económico para la ciudad?

De momento, esta posibilidad se negó, y no parece que vaya a celebrarse un congreso fallero, pero lo que resulta obvio es que los datos hablan por sí solos. Valencia estuvo casi al 100% en el fin de semana del 14 al 16 de marzo, y alcanzó un nuevo pico en la noche del 18. Pero sin embargo, perdió esas tasas en el 16 y 17, lo que representa la mitad de las fiestas.

Una circunstancia que se volverá a repetir en los próximos años, cuando la totalidad de los días grandes caerá de pleno entre semana.

En las ciudades del centro norte de España, casos de Zaragoza, Pamplona o Bilbao, el día del patrón supone el punto de inflexión para que las fiestas se celebren entre dos fines de semana, lo cual se traduce en un mayor impacto económico.
Y además permite disponer de días libres a festeros y turistas, o de jornadas de asueto para aquellos ciudadanos que deciden hacer una escapada.

Conclusión: Todos salen ganando. Pero sin embargo, a pesar de estos datos irrefutables no parece que el mundo fallero esté por hacer grandes cambios, incluida la alcaldesa Barberá.

La tercera razón para la reflexión obedece al material y coste de los monumentos. Ha habido denuncias sobre la política de algunos artistas reventando los precios para ajustarse al límite de los presupuestos. Lo cual implica presuntas prácticas desleales que deberían ser penalizadas por la Junta Central Fallera para evitar la caída del sector.

En este sentido, la bajada del IVA debe contribuir a estabilizar la profesión en pro de la recuperación de los mejores monumentos de antaño, cuyo brillo ha deslumbrado en el mundo.

Porque en estas Fallas 2014, se han visto lastrados tanto en la cantidad como en la calidad, ya que algunos artistas han optado por no realzar los acabados con la excusa del presupuesto. Por ello conviene recordares que también se puede hacer más y mejor con menos, tal y como ha sucedido con otros sectores profesionales en los últimos años debido a la crisis.

Y otra lectura vinculada estrechamente con los monumentos es la utilización de los materiales para futuras ediciones. El Moisés, de Manolo García, tal vez recupere el uso de la madera, por la que ya apuestan las nuevas generaciones de artistas falleros, ya que representa un material más ecológico que el poliuretano actual, cuya combustión alcanza un alto nivel tóxico, tal y como sucede en las cremàs de los últimos años.

Y por último, otro gran factor para la reflexión es la promoción de las Fallas a escala internacional. Porque a pesar de estar consideradas como las terceras fiestas del mundo, y atraer a un alto número de turistas extranjeros, unos 100.000 en esta edición de 2014, las Fallas aún son las grandes desconocidas para el ámbito internacional.

Por ello, queda mucho por hacer, ya que su promoción es labor de todos, aunque especialmente de las autoridades competentes como el Ayto. de Valencia o especialmente la Generalitat.

Es cierto que se ha estrenado nueva web, y que se están haciendo esfuerzos para que las Fallas traspasen nuevas fronteras, pero aún así los nuevos soportes tecnológicos pueden dotar a la fiesta de una magnitud de calado desconocida hasta ahora.

Y es que la posible calificación de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad no es una cuestión baladí, sino más bien todo lo contrario. Un ejercicio de responsabilidad que debe asentarse en el presente para consolidarse en el futuro como uno de los grandes acontecimientos internacionales.

José Luis Pichardo

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