Las mujeres cobran menos

Mira que gusta este topicazo, y mira que es falso y deleznable (= inconsistente, que se deshace fácilmente). Pero a pesar de que no hay por dónde cogerlo (como las tiene manía, el empresario malvado y avariento les paga menos; pero debe de ser también medio gilipollas… ¡porque prefiere contratar a los hombres!), nadie lo suelta.

Lo de «nadie», afortunadamente, es un decir. Hay por ahí dos o tres alérgicos a la topicaína que no es que no lo suelten, es que nunca lo han tocado ni con un palo. Por ejemplo, mi colega Domingo Soriano, que de hecho en este artículo memorable explicó «La verdad sobre los salarios de hombres y mujeres».

No es verdad que las mujeres ganen menos por hacer lo mismo. Así de sencillo, aunque las carretadas de desinformación hayan convertido este enunciado tan simple y fácilmente demostrable en una suerte de verdad contraintuiva. Pero ahí están los datos, que cuando se ponen se revelan más indestructibles que un prejuicio como éste, tan modelno y de progreso; ¡y hasta les da por sacar a pasear a esa tremebunda lolita, la descarada Paradoja! Atiendan, atiendan a lo que contaba mi colega Soriano en ese artículo que ya están tardando en enmarcar:  

En 2009 el Ministerio de Igualdad de Bibiana Aído realizó 46.239 inspecciones en 241 empresas para comprobar si los trabajadores españoles sufrían algún tipo de discriminación. Pues bien, sólo encontró 590 supuestos casos (un 1,28%), y en 245 la discriminación la padecían… ¡hombres!

Las mujeres no cobran menos por hacer lo mismo y en las mismas condiciones que los hombres. Mentira cochina. Las diferencias, que haberlas haylas, no tienen que ver con ese machismo repelente como el sobaco de una jipi que se han armado los yonquis de la topicaína para seguir ahí, raca raca, erre que erre, jodiendo la badana con la trola, sino con otra suerte de factores que, ¡acabáramos!, exigen análisis y estudio: en qué se trabaja, cómo (a tiempo parcial o ‘full time’), cuánto (horas al día y años ininterrumpidos); por qué, para qué, por encima de qué… Hasta dónde. Hasta cuándo.

Cuando se tienen en cuenta ese tipo de factores, la realidad se muestra como es y se despacha con datos que dejan el relato establecido en patético chiste malo; ahí va uno: en las grandes áreas urbanas de Estados Unidos, donde las mujeres llevan mucho más tiempo mucho más incorporadas a muchos más sectores laborales, las veinteañeras solteras sin niños ganan un 10% más que los veinteañeros solteros sin niños (en Nueva York, las émulas de Carrie Bradshaw ganan un 17% más que sus amigazos de la misma condición). Ya, claro, ¿y las sufridas mamis que también trabajan fuera de casa? Pues nada, que resulta que son la única o principal fuente de ingresos en el 40% de los hogares norteamericanos con niños, registro histórico que cobra aún más relevancia si se tiene en cuenta que en 1960 sólo lo eran en el 11% de ese mismo tipo de familias. Las sufridas mamis, por cierto, ganan más que los abnegados papis en el 37% de esas casas.

Total, que no hace falta perpetrar leyes de salario justo como las que pretenden perpetrar en Obamaland ni paridas paritarias como las que salían de la mente maravillosa de la ministra Bibiana. Como dice Matt Vespa –eso es un nombre y no los que leo a diario en los buzones de mis vecinos–, de lo que se trata es de dejar hacer –’laissez faire!’– a las propias mujeres, que sean ellas las que se sigan forjando su propio destino.

«Lo están consiguiendo, y eso no es malo». Eso, amigo Vespa, no se lo dices tú a la cara a una prominenta representanta de la movimienta por la liberación de la génera femenina en alguna de las incontablas Institutas de la Mujera.

Ir arriba