Ley del aborto: mucho ruido y pocas nueces

La ley del aborto que acaba de presentarse no nos retrotrae, como se está diciendo,  a 1985. Nos retrotrae al 2 de marzo de 2010, que fue la víspera de la entrada en vigor de la ley que produjo el Gobierno Zapatero, cambiando la que había funcionado, mal que bien, durante veinticinco años. Sea como fuere, este asunto sí que ha retrotraído al PSOE. Nuestros socialistas han vuelto al estado de sobreactuación melodramática. Por no llamarlo charlotada demagógica. Están de nuevo, o sea, en su elemento.

Si uno se toma la molestia de examinar la ley del aborto de Zapatero, comprobará que esa “libertad de la mujer” por la que ahora claman ardorosos, también estaba constreñida.  Aquella norma no permitía abortar libremente a partir de las 14 semanas de embarazo, y esto es una restricción a la libertad como un castillo. ¡Se ha terminado con la libertad de la mujer!, gritan ahora muy feroces. Y muy frescos. Oiga, no. A esa libertad, su ley también le ponía cortapisas. 

La cuestión que debería aclarar el PSOE es la siguiente. Si tienen la libertad de la mujer por  valor prioritario y absoluto, y creen, como dicen, que el aborto es un derecho,  ¿por qué no permitieron que las mujeres abortaran libremente fetos de cuatro meses o de ocho y medio? Ah, resulta que había que tener en cuenta el otro elemento en la ecuación, es decir, los derechos del  no nacido. Por eso los socialistas impidieron que la mujer dispusiera libremente de su cuerpo en todas las circunstancias. 

Dicho sea de paso, es curioso que los partidarios de que una mujer disponga  libremente de su cuerpo a la hora de abortar, estén en contra de que disponga de su cuerpo para el comercio sexual. Pero calibremos la validez del argumento llevándolo a otro terreno. Si uno pudiera disponer tan libremente de su cuerpo, habría que legalizar las drogas ipso facto. ¿O no puede alegar el adicto que quiere hacer con su cuerpo lo que le apetece? Es evidente que esa libertad no es total y que se viene sometiendo a limitaciones.

El aborto no es, en ese sentido, una excepción. No puede serlo porque nos sitúa ante un conflicto de valores y ha de encontrarse un compromiso entre las libertades y los derechos que entran en colisión.  En la ley de 2010, el PSOE se inclinó más por facilitar el proceso de aborto, mientras que el PP se inclina en la suya más por dificultarlo. Pero el enfoque no es tan distinto. En ambos casos se trata de conciliar los valores en pugna y en ninguno de ellos se da una libertad absoluta de abortar. El griterío de los socialistas es puro teatro. La ley de 1985, a la que dicen que volvemos como si fuera un regreso a la  Edad Media, ¡era suya!

 

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