Los desahucios, Podemos y la procesión de Borbotó

Querido ser humano que lee lo que aquí escribo, le tengo que decir que el bipartidismo es fatal, malo de verdad, abrupto, aburrido, ególatra, agobiante y algo así como «revenío». Rancio, pasado de moda y circunspecto, con cara de vinagre, vamos, como cierta vicepresidenta que por aquí anduvo y de cuyo nombre no quiero acordarme.

Como bien sabe cualquier persona decente, el objetivo a batir es el bipartidismo, digan lo que digan estos ladrones de libertad, estos plancha-calcetines de polo por dentro y mocasines. Hay insensatos que tratan de engañarnos diciendo que España debe girar en la misma dirección que el resto del mundo (en la mayoría de países hay dos grandes partidos), pero como bien dice el tertuliano justiciero, «estos sobran y hay que echarlos, combatir en la calle y pelearles la retirada».

Saben qué les digo, que el iluminado de Podemos tiene razón. Ya está bien de la mentira esta de que la democracia sea el gobierno de la voluntad de la mayoría sobre la de la minoría. Tiene usted razón Pablo, aquí el que no piense como yo, sobra, a la calle, hay que echarle y «combatir en la calle».

Miren esto es como cuando en Borbotó, una pedanía en medio de la huerta al Norte de Valencia, se nombró un alcalde que era muy progresista, muy moderno, muy tolerante y con mucho talante del de entonces. El mismo día del nombramiento, arengando a los vecinos, cargado de razón, llevado por la euforia del momento, dijo tan digno como tajante: “voy a cerrar la Iglesia mañana mismo, esto se ha terminado”. El fulano estaba convencido que haría historia, que era un político de los de altura, de los de verdad y que el mundo necesitaba a gente como él. Algo así como Pablo Iglesias, con su coleta, su mirada, su aire rompedor y anti sistema y su ley anti desahucio

Fíjense que la joven promesa política española, Alfredo, se marcha y abandona sin haberse dado cuenta de que la verdadera solución para el arte del buen gobierno estaba tan al alcance de la mano como un simple «estos sobran y vamos a echarlos», se va Alfredo sin que hayamos podido disfrutar de su sapiencia política, se va sin haber empezado, en la flor de su carrera política y con un prometedor futuro ante sí. Nunca sabremos qué habría sido de la política española si hubiera participado Alfredo Pérez Rubalcaba.

Pablo Iglesias, como les decía, me recuerda al alcalde de Borbotó del que les hablaba y que prometió cerrar la iglesia. Como a estas alturas muchos de ustedes ya imaginaban, el insigne alcalde no sólo no cerró la iglesia, sino que, a los pocos meses, saludaba orgulloso desde su lugar reservado, muy cerca del señor cura, en la solemne procesión, cirio en mano y traje de gala, bien planchado, almidonado y con brillantina. Me voy a dejar pelo largo, hacerme una buena coleta y rodear el congreso, Les Corts, la Moncloa, la Zarzuela, la Giralda y el Miguelete, voy a echar a los que no me gusten, a perseguirlos en su retirada y a ilustrar al mundo con mi profunda mirada, que total, dinero no hay, pero pa tontás…ah, que no se me olvide, y de mayor, funcionario, cuánto lujo pa diario!

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