Los etarras no se arrepienten de nada

 

Pongamos las cosas en su sitio, ya que hay gente decidida a cambiarlas. Ese comunicado de los presos de ETA que cayó, como sarcasmo, en el día de los Santos Inocentes,  no merece ninguna recepción entusiasta. Sólo es digno de  una seca constatación: los reclusos de la banda se han dado cuenta, al fin, de que no saldrán de la cárcel por la puerta trasera de una negociación con los gobiernos de España y Francia.

Mucho tiempo les ha costado percatarse de la irrealidad de sus expectativas, pero hasta los más obtusos acaban por caer del guindo, y es  justo el  impacto de esa caída  lo único que transparenta ese texto, por llamarlo de algún modo.  Tras entender, no sin dificultad,  que no habrá para ellos una vía de salida extraordinaria, los presos de ETA harán como los demás y  pedirán beneficios penitenciarios a fin de acortar su estancia en la cárcel.

La banda siempre había prohibido a sus presos acogerse a tales beneficios por lo que entrañaba de aceptación implícita de la condena. Ahora van a pasar por el aro, pero esto no supone ningún cambio sustancial. ¿Qué importa que acepten o dejen de aceptar su condena?  Lo que importa es que la cumplan. Que los terroristas rechacen o acepten la validez de  la justicia y los tribunales es del todo indiferente. A un delincuente se le juzga y condena igual, tanto si repudia como si consiente el proceso.

Los intérpretes buenistas, muy interesadamente buenistas, de los comunicados de ETA,   celebran con gran alharaca que  los presos reconozcan  el sufrimiento causado y prácticamente lo igualan a un arrepentimiento. A esta gente se le nublan los ojos ante la jerigonza de ETA y ve en ella lo que quiere ver: señales de la buenísima voluntad de la banda que el Estado, de inmediato,  debe recompensar.

Pero lo que reconocen literalmente los reclusos es  “el sufrimiento y el daño multilateral generado como consecuencia del conflicto”, o sea,  un embrollo para repartir  culpas,  para no reconocer que los únicos causantes del daño y el sufrimiento son ellos. Ninguna novedad. Como bien recordaba el Foro Ermua, ETA siempre ha reconocido el sufrimiento que causaba: sólo que lo tenía por necesario.

En ese papel no hay nada remotamente parecido a una expresión de arrepentimiento, pero aunque la hubiera ¿qué? El arrepentimiento de un miembro de un grupo criminal  se demuestra andando,  mediante la ruptura con el grupo y la colaboración con la justicia. No se olvide que quedan más de trescientos crímenes de ETA sin resolver y que la banda no se ha disuelto.  

Hay algo profundamente indigno, y profundamente necio, en recibir con alborozo las palabras de una banda terrorista. La mejor reacción es ninguna reacción. Ese frío grado cero es el que debe mantenerse ante la obvia intención política de esa nota, y de quienes la festejan, que es presionar para una puesta en libertad masiva de los presos de ETA. La democracia española ya ha sido extremadamente generosa con los terroristas y, por cierto,  ha errado en serlo.   

 

 

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