Juan Vicente Pérez Aras, Diputado Nacional PP. Un Consell y una Legislatura agotados

Los Presupuestos Generales del Estado del No es No, ¿se acuerdan?

La memoria es frágil. Estamos acostumbrados a olvidar fácilmente aquellas referencias que nos es incómodo recordar. Políticos y no políticos, alentados por el enjambre periodístico de esta tierra, no muy diferente al del resto de España, todos juntos rasgándose las vestiduras por culpa de los Presupuestos. Menudo disgusto tiene el personal, desde la calle Caballeros, pasando por el Palacio de Benicarló o de los Borja. Todos los que de una forma u otra participan de la res pública, también las redacciones de los medios. Todos han encendido su propia hoguera de las vanidades.

El “no es no”, que no hace mención a ninguna canción del verano cada día más cercano, ha sido toda una premonición. De aquellos polvos estos lodos. La irresponsabilidad manifiesta de todos aquellos que ahora se rasgan las vestiduras, supuso un espacio de tiempo que todos recordamos, un año con un gobierno en funciones. Y eso tiene un coste, aunque se nos olvide o no queramos recordarlo. Un tiempo precioso que no solo ha limitado la ejecución de un presupuesto que desde octubre de 2015 ha tenido un recorrido, prórroga incluida, determinante para apuntalar la recuperación que ya se percibía en 2015. Casi dos años en los que encima ha tenido que hacer frente no solo al Gobierno en funciones, al Acuerdo de no disponibilidad, el objetivo de déficit… No se podía pedir más.

Por eso llama la atención, en plena semana de exposición de unos datos “macro” que certifican lo acertado del programa reformista del Gobierno y de los ajustes iniciales apretando las tuercas a todos, la algarada presupuestaria de propios y extraños alrededor de un Presupuesto comprometido ya de salida por todo lo expuesto. Pero que, además, va a tener un recorrido de seis meses como máximo. Aprobación a finales de junio, donde ya estaremos hablando del techo de gasto del nuevo Presupuesto para 2018, de tramitación inmediata.

Unos Presupuestos pues, de transición, que vienen a consolidar esa recuperación y a apuntalar una sociedad del bienestar como pocas en el mundo. Un presupuesto donde lo primero son las personas. Y aquí viene la paradoja de todos aquellos que se olvidan de sus recientes eslóganes (“salvem les persones” … decían). Que sí, que todos queremos más. Y unos más que otros, por justicia. Pero que los árboles no nos tapen el bosque. Con los mecanismos políticos en marcha para afrontar el inaplazable tema de la financiación, si no atendemos a las personas primero, y propiciamos crecimiento y generación de empleo, el círculo virtuoso de la economía no podrá ponerse en marcha para atender, a continuación, esas otras cuestiones que laceran nuestro violentado espíritu territorial, in sécula seculórum. Sin darnos cuenta de que caemos en el juego interesado de algunos, que ante la percepción ya nítida de la luz al final del túnel, empiezan a ponerse nerviosos, conscientes que la recuperación finiquitará y soldará sus efectistas cleavages históricos.

Los presupuestos más sociales de la historia que fortalecen ese primer pilar de la sociedad del bienestar (pensiones, dependencia, desempleo), donde 7 de cada 10 euros son para gasto social. Sin olvidar la Oferta Pública de Empleo más importante de nuestra historia democrática. Una apuesta decidida y necesaria para muchos ciudadanos, especialmente los jóvenes que pueden tener una ventana de oportunidad en sus vidas tras años de preparación. Todo ello, junto a las políticas activas de empleo que van a generar unos 60.000 puestos de trabajo en la Comunitat Valenciana en este ejercicio, de los 600.000 en todo el Estado. Un avance sin precedentes, que nos arrojan datos  que no se registraban ni en la primera época de Gobiernos del PP. Registros históricos que confirman lo acertado de apostar por las personas y devolverles parte del extraordinario esfuerzo sin el que nos hubiera sido imposible salir de la crisis.

Una guerra de cifras interesada, poco objetiva y demasiado sobreactuada. Un vaso medio lleno o medio vacío en el que juegan unas élites adoctrinadas en el cortoplacismo, sin darse cuenta que esta época de cambios conlleva aparejada una responsabilidad. Hay que tener altura de miras y sentido de estado. Una necesaria visión holística, para poder establecer las prioridades que un país como España necesita. Y la primera de todas, sin duda, son las personas.

Pese a los laboratorios sociales y su enconada cruzada contra el Partido Popular, en el ambiente se percibe que algo está cambiando. La izquierda sabe que las cuentas empiezan a salir. Que no solo lo macro va como un tiro. Sino que lo micro empieza a percibirse por una ciudadanía que prepara su esperada diáspora vacacional, para alejarse del ruido mediático de la lucha política y poder disfrutar merecidamente, de los frutos de un trabajo y un esfuerzo ganado con sangre, sudor y lágrimas tras una crisis sin precedentes. Desafección lo llaman algunos. Sentido común y esperanza otros.

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