COMPLICADO RESULTADO ELECTORAL, NECESARIA REFLEXIÓN CONSTITUCIONAL

MARIANO RAJOY, EL PRESIDENTE TRANQUILO

En estas mismas páginas digitales, publiqué el 30 de diciembre de 2016 un artículo en el que -tras calificar ese año como el de Mariano Rajoy- le comparaba con el protagonista de la famosa película de John Ford, “El hombre tranquilo”, por su habilísima y serena gestión de las dos problemáticas elecciones generales y la complicadísima investidura.

Ahora, tras la gestión de la gravísima crisis de Cataluña -que muchos han calificado de la más grave desde 1936, por el riesgo de fractura nacional y la tensión política y social- tengo claro que Mariano Rajoy pasará a la Historia como “el Presidente tranquilo”.

La vorágine del proceso independentista, con envites brutales -como la convocatoria de referéndum y sus actos ejecutivos, aprobación de leyes de desconexión, graves alteraciones del orden público, con complicidad de las autoridades autonómicas y otras conductas investigadas como delitos por los tribunales-, y la final declaración de independencia por los separatistas desde las autoridades autonómicas y otras conductas investigadas como delitos por los tribunales-, y la final declaración de independencia por los separatistas desde las instituciones de la autonomía catalana no han conseguido alterar la impasibilidad de Mariano Rajoy.

La verdad es que muchos nos hemos quejado de esta impasibilidad, de que no aplicara antes el artículo 155 de la Constitución o medidas policiales de la máxima dureza, pero lo cierto es que -como en el proceloso camino electoral y de investidura de 2016- el comportamiento de Mariano Rajoy de total tranquilidad, dejando que fueran los mecanismos propios del Estado de Derecho (el Tribunal Constitucional, los Jueces, el Ministerio Fiscal, la Abogacía del Estado) los que enfrentaran las conductas antijurídicas y delictivas, ha sido magistral. No ha “entrado al trapo” de ninguna provocación, ni se ha dejado llevar de esa jactancia de los poderosos de que “se van a enterar de quien soy yo”. He dejado actuar los mecanismos ordinarios del Estado, sin perder los nervios ni adoptar atajos, ni medidas contundentes. Incluso las actuaciones policiales que ahora son más discutidas fueron adoptadas a por mandato de las autoridades judiciales.

Incluso, ahora, al aplicar -ante la declaración de independencia catalana- el artículo 155 de la Constitución, lo hace de manera calmada y paulatina. Ello puede parecer que es la justa contestación a la declaración de independencia “diferida”, pero también responde a una actitud ponderada de medir mucho los tiempos y el consenso en la aplicación de una medida constitucional no explorada hasta hora y no desarrollada legal, ni jurisprudencialmente.

Y me pregunto ¿esto es fruto de su reconocida capacidad de gestionar las cosas “a la gallega” (no dejar claro si se está bajando o subiendo la escalera, contestar una pregunta con otra, etcétera) o hay algo más? Pues creo que, sin perder de vista naturalmente la idiosincrasia y naturaleza del personaje, subyace algo más profundo: su radical fe (radical en el sentido puro de la palabra: lo que está en la raíz) en el Estado de Derecho y en los cauces legales para enfrentar cualquier contingencia.

En efecto, Mariano Rajoy demuestra que asume con convicción los postulados del Estado de Derecho y cree firmemente en la separación de poderes y en la subsidiariedad de la acción gubernativa respecto de la acción de la sociedad civil y de la resolución judicial de los conflictos. No en vano es un jurista de profesión y vocación, educado -es hijo de un Magistrado que fuera Presidente de Audiencia- en el respeto -casi veneración, pues es sabida su vinculación emocional con su padre que incluso convive con él en la Moncloa- de la Justicia y los Tribunales, Mariano Rajoy ha respetado la competencia de los Juzgados y Tribunales para imponer el respeto a la Constitución y las Leyes.

Hay que agradecer a estas convicciones -y a esta tranquilidad- que la solución a la crisis haya soslayado todas las provocaciones y mantenido lejos el espectro de la confrontación que hemos visto tan probable.

 

 

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