Memes y otras memeces

Uno de los anatemas que desde los conventículos académicos  y periodísticos lanzábamos contra la televisión era que ésta ya no cumplía ningún puto punto de su santa triada: informar, educar y entretener. Dábamos en argumentar que se había metamorfoseado en un gran dios Moloch que no sólo devoraba a sus criaturas –sus personajes y sus audiencias- sino que se auto-fagocitaba. (O sea, y en plan ejemplo, ya no sólo devora a la Pantoja, personaje extra televisivo en un inicio, sino que también hace steak tartare con una de sus hijas, Belén Esteban, personaje intra televisivo, criatura creepy creada por la misma televisión, a la que luego igualmente se zampa cuando ha menester por aquello de las audiencias). A que es un círculo diabólico? A que eso de que uno se coma a sí mismo es como un poco enfermo?

En los ‘90 estaba muy de moda todo este análisis de la vacuidad insultante del mensaje televisivo y de su hambre psicótica de sí mismo; en plan que la TV era super-distópica -como ahora diría cualquier hipster-; que era totalmente de play off, casposa, en absoluto postmoderna… en fin, que era más cutre si cabe por la masificación de sus públicos, que en plan Habermas se disolvían psico-sociológicamente en una especie de masa unificada y por tanto manipulable y por tanto estúpida, rozando lo ‘untermensch’, digamos.

Y entonces, más o menos a partir de 2008 o por ahí, todos, de repente en España, descubrimos las redes sociales, Facebook y Twitter a la cabeza. Y flipamos con que supuestamente son una plataforma libre, anárquica, espontánea, alternativa frente a la manipulación de la televisión –aunque olvidamos que el 89% de los españoles siguen informándose y entreteniéndose a través de la caja tonta-.

Internet, nos dicen, it is free. Nada que ver con esa meretriz de la TV. Internet es una plataforma de intercambio libre de códigos binarios electromagnéticos, nos cuentan,  que nació de Arpanet  y que las grandes universidades USA convirtieron en el macro canal  abierto que ahora tenemos… todo este buen rollito de Creative Commons, The free software foundation, Linux, Collaborative publishing… Es libre, chicos, nos dicen…

Quizá esto fuera cierto en algún momento y en alguna década. Pero ahora internet ha copiado a su vieja madrastra la televisión, y con tanto éxito que  ha parido a los Memes.

Y los Memes son como Belén Esteban a la televisión. Son esas paridas y bulos que están en todas la redes sociales y en todos las secciones de tecnología/internet de todos los periódicos. El diario El País tiene ya una sección especial para hacerse eco de los memes que por ahí circulan (Verne). Columnistas de pro escriben sobre lo que se recopia  y retwitea en las redes; un tweet o un post en Facebook tipo ‘un gatito se sube a un árbol y se cae’ o  ‘Venezuela reconoce que le ha pagado un alargamiento de pene a Pablo Iglesias’, pueden ser un trending topic que te cagas o hasta salir en los head lines de La Razón digital.

Pero es incluso peor. Ahora las redes sociales se auto-alimentan de sus propios usuarios.  Ya no es noticia un hecho extra-digital (una exposición, un evento urbano…) sino que lo que se narra, comparte o retwitea es algo cuyo origen estaba ya en la red (intra-digital), hasta el punto de que prácticamente nadie crea nada para internet, sino que simplemente copia y recopia, hasta perder por completo el nexo con la realidad.

Eso son los memes. Criaturas nacidas en las redes, sin filiación ni interés ninguno.  Tan peligrosos como un programa de la TV1 a media mañana.

Fina Godoy. Periodista

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