Miquel Roca

El abogado Miquel Roca, ponente de la Constitución y por tanto “Padre de la Patria”, de cuando la patria era España, ejerce de lobbysta letrado en un despacho que dicen es más político que otra cosa, que lleva su nombre, y que está en Barcelona pero trabaja en el resto de la patria, concepto de cuando la patria era España.

En calidad de tal, de abogado, fue contratado por la Infanta Cristina (o por quien fuera que decidiera que iba a defender a la Infanta Cristina) para sacarle del embrollo en el que le metió su marido, y que lleva la etiqueta de Nóos bien visible incluso desde el extranjero. Suiza y Andorra incluidas.

Miquel Roca, de momento, ha perdido la suficiencia con la que se mostraba ante las cámaras hace apenas unas semanas, trocándola en un cierto y contenido nerviosismo, tras ingresar por error (¿incompetencia?) el porrón de dinero que un juzgado le requería a la Infanta en la cuenta de otro, y, sobre todo, tras ser conocida la decisión del juez Castro de sentar a su patrocinada, hermana e hija de rey, en un banquillo.

Miquel Roca se juega mucho, y de momento, va perdiendo. ¿Habrá muchos que se atrevan a partir de ahora a pedirle que les defienda sin sentir un respingo recorriendo su espalda? ¿O que le encarguen, sin que el desvelo recorra al menos una noche su cama hasta que abran los bancos al día siguiente, que ingrese una fianza -o lo que sea- en una simple cuenta corriente de un juzgado?

No es la primera vez que al abogado catalán falla. También le pasó cuando propició la llamada “Operación Roca”, vistoso partido político reformista, tercera vía de expectativas nacionales de cuando la patria era España, que cosechó nada menos que cero diputados la única vez que se presentó al concurso de las urnas que ahora Roca defiende, pero para otra patria que no es la de cuando la patria era España.

Antes de que esa otra patria soñara serlo, mucho menos ser España, los celtas construían los más inexpugnables “castros” con “rocas”. Se entiende.

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