Neuromarketing para un referéndum independentista

Con una habilidad poco frecuente en el panorama político español, Artur Mas (no me atrevo a decir CiU) y Esquerra Republicana de Catalunya han concretado la doble pregunta para el referéndum independentista, de manera que el SI saldrá ganador en cualquiera de los supuestos que se quieran plantear. Una cuidadosa técnica de neuromárketing político se ha puesto en marcha para garantizar el resultado. 

Por supuesto en el caso de que se celebre, porque a todas luces la legalidad vigente y la mayoría de los españoles están en contra de la convocatoria. PP y PSOE están por fin de acuerdo en una cosa, y será de esperar que sepan arbitrar todas las decisiones conjuntas que haga falta para evitar esa tropelía que puede llevar a España y a Catalunya a una situación esperpéntica. Eso nos falta con la que está cayendo.

Pero la cuestión es la estrategia generada por la Generalitat de Catalunya para que de entrada los catalanes ya sientan simpatía por la pregunta y de paso se posicionen a favor de la convocatoria del referéndum. Es puro neuromárketing: ¿Qué ocurre en el cerebro de un votante? Una cosa muy importante: emociones. Y la pregunta, la convocatoria y todas las acciones que realiza la Generalitat y sus aliados está trufada de emociones. ¿O acaso creen que es casualidad el simposio “España contra Catalunya” que se celebra en Barcelona al mismo tiempo que se anuncia la pregunta? Todo queda en el subconsciente.

Las emociones generan miedo, esperanza y rechazo. Rechazo a España. Miedo a la ley. Y esperanza de que solos serán más felices, porque la felicidad es lo que promete la pregunta del referéndum. La felicidad llega sin España. Fuera de España no hay crisis. Pura e inteligente manipulación.
Uno de los expertos en neuromarketing, Nestor P. Bradot,  define así la técnica:  “El neuromárketing político investiga y estudia los procesos cerebrales conscientes y metaconscientes que explican la percepción, la conducta y la toma de decisiones de las personas. Comprende un conjunto de técnicas destinadas a conocer al electorado para predecir su comportamiento, así como el diseño de campañas de comunicación para seducirlo”. Y eso es lo que está haciendo Mas, proponiendo a los catalanes tres axiomas (Obama ya utilizó esta técnica en sus primeras elecciones): “Somos catalanes, estamos conectados y hemos de estar organizados contra cualquier adversidad”.
 
No hay escapatoria para esta ofensiva. Poco a poco se ha ido generando un código a partir de experiencias y aprendizajes que lleva al Si en las preguntas del referéndum. TV3 y Catalunya Radio llevan años generando todos los días este código (me rio cuando hablan de manipulación en Canal 9), sin posibilidades de disidencia. En cualquier tertulia o programa solo hay un mensaje: el derecho a la soberanía. No hay voces que discrepen. Por lo tanto el aprendizaje es un hecho, porque a la televisión y la radio hay que sumar escuelas, organizaciones civiles y hasta las religiosas. Toda una máquina muy bien engrasada al servicio de una causa.

Y el lenguaje dominante. En su comparecencia de ayer Artur Mas no era el representante del Estado español en Catalunya. Era el jefe de un estado (no votado todavía pero ya presente como subconsciente a imponer) que exigía sus derechos a otro estado (somos catalanes, estamos conectados y estamos organizados). Directo al cerebro.

A partir de ahora vamos a asistir a un proceso táctico claro: hay que estirar la cuerda. Cuando más se estire más se agudizan las contradicciones y aumenta la percepción de ofendidos por la potencia ocupante. No nos dejan ser felices a nuestra manera. Y hábilmente han puesto la pelota en el tejado de España.

Va a ser una situación difícil, porque no solo hay que hacer valer la ley. Hay que convencer a los catalanes que eso no esta en contra de ellos. Incluso más. Que la ley es precisamente lo que protege a estos ciudadanos ante cualquier disparate de un grupo político.  Y aún más. Convencer a los españoles que esta es tarea de todos. Somos españoles, estamos conectados y estamos organizados frente a los desmanes de unos cuantos. Mucha faena para un país muy exhausto.

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