No ponga un Gordon Gekko en su vida

En 1987 uno de los directores más aclamados del cine contemporáneo, Oliver Stone, se adentraba con un retrato mordaz, agresivo y fidedigno en la oscuridad de las grandes finanzas con una de las películas más aclamadas sobre el capitalismo depredador norteamericano, Wall Street.

Para tal retrato brillante, Stone se encomendó a una de las mejores interpretaciones de Michel Douglas en su carrera, de hecho le valió un Óscar, como era la del agente financiero Gordon Gekko.

Un personaje cuyo lema era «la codicia es buena», con independencia de a quién se lleve por delante y cuya doctrina impartía a un joven bróker y corredor de bolsa llamado Bud Fox, interpretado magistralmente por Charlie Sheen.

La película de Stone recogía la esencia del capitalismo feroz, símbolo del poder mundial de Wall Street, en un contexto, a finales de los 80, donde la economía crecía a buen ritmo y donde todavía no se vislumbraba ni de lejos el cataclismo económico que vivimos, y ni tan siquiera la crisis de mediados de los 90.

Veintitres años después, en 2010, Stone retomó el testigo para volver a darle vida a Gordon Gekko, un personaje que tal vez ha ido desapareciendo del mercado financiero por su dinámica personal, empujado por el peso global de las grandes corporaciones, pero que recobraba plena vigencia por su aparición en plena tormenta económica mundial.

Nuevamente, Gekko adquiría protagonismo, y eso que la película empezaba con su salida de la cárcel tras cumplir condena durante ocho años por los delitos cometidos. Y nuevamente también, el veterano agente financiero está acompañado por un joven broker, ambicioso y novio de su hija, que busca hacer carrera en un mercado movido por nuevas reglas.

Shia Labeouf, actor joven con enorme proyección, da vida a un personaje cuyas similitudes con su mentor no hacen más que reflejar que el único objetivo de los grandes mercados financieros es el canibalismo feroz, donde no cuentan ya ni personas, ni empresas, ni siquiera los países.

Es la ley del nuevo mercado, más agresivo y depredador que nunca y que ha tenido en la colocación de las preferentes un episodio atroz en España, o en la venta de las hipotecas subprime en Estados Unidos.

Entre una parte y otra de Wall Street también han llegado a la gran pantalla otras películas más duras si cabe, de lo que se cuece en los mercados financieros.

Historias como «Margin Call», con un Kevin Spacey estelar o «Los últimos días de Lehman Brothers», han reflejado recientemente la caída de una de las grandes corporaciones mundiales y el punto de inflexión de la crisis en 2008.

Y así podríamos hablar de múltiples reflejos más en el cine y la televisión que no muestran más que la codicia elevada a su máxima expresión, aunque las situaciones rocambolescas tengan casi siempre a España como protagonista.

Mientras que en EE.UU JpMorgan acaba de recibir una de las sanciones más duras de la historia por colocar las hipotecas subprime, en el corralito nacional tenemos declaraciones de unos y otros, con ningunas o pocas condenas, y con personajes como Blesa, que encima consiguen apartar al juez Silva por realizar su cometido, acusándolo de prevaricación. Es el colmo del cinismo y despropósito elevado a su máxima expresión.

Es cierto que por fortuna, muchos ahorradores han podido recuperar el dinero que un día perdieron a través de las preferentes, debido a la presión popular, «aconsejados» por depredadores bancarios que solo buscaban capital a la desesperada cuando sus cuentas empezaban a tambalearse.

Y eso en una época, a finales de la década de dos mil, donde el entonces presidente Zapatero sacaba pecho por nuestras entidades, a las que consideraba situadas en la Champions League de las finanzas.

Pues el tiempo solo ha dejado un rosario de personas arruinadas, directivos que solo buscan beneficios y plusvalías debido a su «magnífica gestión», y una situación económica que seis años después ha destrozado a familias y empresas.

Es el nuevo juego económico, cuyo eje es colocar en el tablero financiero a cualquier persona o jugador en un rol de mercado donde el destinatario del producto o su precio se convierten en algo superfluo, ya que el único objetivo es la venta.

Es la herencia de Gordon Gekko, «la codicia es siempre buena», y más en nuestro tiempo.

José Luis Pichardo

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