William Vansteenberghe, Experto en Inmigración. Aquarius, el frio cortante de las olas

Olímpicos o Los señores de los anillos*

Los antiguos griegos fueron los primeros que se dieron cuenta que el hombre no debía ser ocioso, que el exceso de tiempo libre llevaba a la guerra o a la depresión.

Fue todo un paso adelante el sacarle el filo a las armas y transformar la lid militar en la demostración pacífica de las habilidades de los soldados, transformados en atletas.

La esencia romántica de los Juegos, se la dio Coubertin, insuflando a los Juegos, una esencia de superación, y de competitividad que ha venido a nutrir la vida civil desde entonces. Pero lo más importante era dotar a la competición de Justicia, todos los atletas debían ser honestos, dentro de un marco que nunca lo es, ya que la Naturaleza elimina a los más débiles. Pero el acierto de Coubertin fue la democratización de los Juegos, que permitía a todos y luego a todas, venir a defender sus opciones, sin importar su extracción social. La esencia misma era competir, no ganar.

Tal como somos los seres humanos, y que cualquier competición no deja de poder ser una guerra entre dos seres humanos o equipos de seres humanos, detrás de los cuales pueden agazaparse miles de humanos que quieren tener su hora de gloria, pero no son capaces de sacrificarse para lograrla. Entre estos seres humanos están los que deciden de las prioridades del Estado, y en los albores de la Segunda Guerra Mundial, a la esencia de la participación, se le sumo el afán de victoria, no solo del representante deportivo, sino del que encarnaba la esencia de la Bandera, de la Patria y como no de la Tradición. La Alemania Nazi introdujo la reencarnación de toda la Nación en el héroe eterno, joven Sigfrido rubio que completaba la esencia de Coubertin por la superación justa, con el argumento de Nietzsche: si tú oponente se cae, avanza seguro hacía la victoria sin mirar atrás. En pocas palabras gana tú ya que alguien tiene que hacerlo.

Este pensamiento no tardó en implementarse en la necesidad imperiosa de ganar por ganar, matando de una vez por todo, lo de participar.

Los americanos, los rusos, fueron excelente representantes de esta necesidad de que toda una Nación queda representada por un grupo de hombres y mujeres, que dejan de ser individuos para transformarse en soldados de una causa.

Pero, hasta esta época se ha agotado, y cuando las esencias se mueren, acaban por llegar los buitres del negocio.

En esta fase hemos sobrevivido viendo como las cadenas televisivas vendían los logros de los atletas, mientras seguía larvado el interés nacional, en algunos países, el más importante Rusia necesitada de volver a primera línea Internacional, de ahí las trampas, ya que no es el individuo el que debe ganar es la Patria, siendo el atleta un mero medio, matando así dos esencias mas, la de la superación individual, y el de la justa lid.

Da igual que no deba ganar una persona por falta de capacidad natural, se le insufla aliento de los Dioses, y aunque no sea el mejor que preconizaba Nietzsche, lo es en términos del medallero, que es al fin al cabo lo único que interesa ya.

Pero en el Negocio del Ocio, siempre se puede enlodar más las aguas, llevar a los mejores, naturales o artificiales, al lugar más insano del Mundo, con tal de que se produzca el evento y se pague por él.

Nada tengo contra Brasil, hermoso país y hermosa gente, pero incapaces de crear un marco seguro para las personas que vienen a probar suerte a la hora de competir. Lagunas infectas, llenas de súper bacterias, enfermedades que nadie es capaz de controlar y que ponen en peligro a todas las personas que vayan a estar en contacto directo o indirecto con los Juegos. La violencia Social que debe callar, como lo hacían antes las guerras en tiempo de los Dorios. En definitiva la desaparición de la más esencial de las llamas Olímpicas: el deseo de fomentar salud, imagen muy necesaria a principio del Siglo XX, y que no creo que haya perdido su base de razón en este.

Con este pequeño viaje a través de la Historia del Olimpismo, hemos visto como todo lo esencial ha desaparecido, para ser sustituido por el vil metal, que no entiende de pureza, de salud, de lucha superativa, siquiera de vida humana, solo entiende de comprar y vender.

Los mercaderes han penetrado en el Templo de la salud Olímpica, por eso cada año vemos sesiones de venta de ciudades dispuestas a marchar a la ruina para poder tener un momento de gloria geográfica. En ese momento se imponen las carreras de maletas y el conteo rápido de billetes. Ya no ganan los que deben, los que lo harán bien, los que cumplirán con la decencia de la Ley, aunque sea Olímpica, y para los que la esencia del Sr Coubertin, aún resuena en la lejanía. Los demás solo quieren ser los primeros, en ciertos casos hasta al costo de la vida humana de los que construyen los Estadios, donde millones de personas jalearan a algunos hombres que corren sobre la sangre de los obreros muertos en su construcción.

Una mujer inteligente se atrevió frente a Leopoldo II a espetarle durante una sesión de loa por los logros en África: “¿Por qué tanto poder, para solo conseguir tierras?”.

Da igual que vehiculen la llama Olímpica, símbolo de participación voluntaria y desinteresada, hace ya mucho tiempo que nadie la sigue de los ojos, no vende.

 

*Dedicado a todos los atletas que saben que no van a ganar y que sin embargo han luchado hasta el final, ellos solos contra nadie. Sobre todo a todas las personas que han fenecido, sufrido algún percance, durante la construcción de la arquitectura Olímpica.

 

William Vansteenberghe

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