William Vansteenberghe

Paris se llena de humo

El gran acuerdo conseguido en Paris, sobre la mejora de las emisiones y de la aplicación vinculante, de una serie de medidas que pretenden contener la subida irrefrenable de la temperatura por nuestra desajustada política energética, me deja muy perplejo.

No dejo de pensar que la palabra vinculante se ha repetido tantas veces en todo los medios, que parece la única victoria conseguida. Sin embargo lo que era necesario vincular, la disminución efectiva, inmediata y controlada de emisiones, así como  la imposición de controles reales  a los Estados soberanos, esto se ha salido del marco sin pena ni gloria con el fin de representar un acto de buena voluntad, que abre puertas, que solo se abrirán en un futuro siempre más lejano.

Es interesante contextualizar este pacto en la realidad energética actual; ¿Quién quiere dejar de utilizar el petróleo con sus precios por los suelos, o quién dejará de comprarlo si no se le castiga o grava por ello?.

Los grandes usuarios de carbón como por ejemplo China, han amenazado, como siempre, con no firmar si no se tenía en cuenta su situación “especial” de un derecho al crecimiento del cual ya han gozado los que polucionan desde hace siglos.

A ellos se han sumado los países emergentes, como la India, Indonesia, Brasil, agitando la culpa como elemento dialéctico, que el que más «polucione» pague más, olvidando que por separados alguno es el tercer que más poluciona, y que juntos tienen una cuota increíble de emisiones nocivas.

Paris defendió la necesidad de gravar a los consumidores de energías fósiles y aquello cayó fuera de la letra final. El acuerdo, que insta a los 196 países firmantes a alcanzar el «pico» de emisiones «lo antes posible», no establece un objetivo claro ni fija un calendario o una meta en el horizonte..

Algunos científicos además no están de acuerdo con el límite de aumento de dos grados, ya que según ellos esta meta de calentamiento es «excesivamente peligrosa» y que la subida del nivel de los mares puede poner en riesgo la mitad de las grandes ciudades costeras del planeta, incluidas Nueva York, Miami, Londres y Shanghai.

Por lo que acusan el tratado, vinculante de «suma de promesas sin acciones concretas».

En definitiva un acuerdo que se atrinchera detrás de palabras como vinculante o llega a peligrar por un tiempo verbal  aplicado a una palabra clave como es el verbo deber, que pasa de la afirmación “deberá” a la condicionalidad de “debería, ¿Puede ser considerado un éxito, solo por el hecho de que nadie se ha retirado de la mesa ?. Creo que de nuevo hemos errado a la hora de establecer el objetivo principal, el cual debería ser plantear en términos sinceros que nuestra forma de vivir y de producir energía para conseguirla, es obsoleta e incompatible con la vida en la tierra.

William Vansteenberghe

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