¿Política? noooo, gracias.

A veces oigo esa frase tremenda: “Es que yo paso de la política ¿sabes?” y me da la risa. Como si eso fuera posible. Siento desilusionarte, pero no pasas. Cada acto que haces tiene una dimensión política. Una primera que tiene que ver con tu elección de lo que sea: de colegio, de médico, de destino turístico, de cadena de televisión, de consumo, de ocio, de casa, da igual. No hay decisión supuestamente personal que no esté mediada por otras decisiones que quienes ejercen la política en tu país, y en otros, han tomado antes que tú y que se traducen en leyes, tratados o medidas concretas que determinan qué tienes a tu alcance: que haya colegios públicos cerca de tu casa para garantizar la educación, que los salarios suban o bajen, que tengas derechos laborales, que puedas acceder a la asistencia médica, que tengas trabajo, que tus mayores puedan tener una vida digna, que puedas expresar tu opinión libremente. La lista es infinita.

“Lo personal es político” es un lema que formularon las feministas en los años 70 y que, como en tantas otras cosas que hicieron y dijeron, viene a arrojar mucha luz sobre nuestras vidas y nuestro lugar en el mundo, y no me refiero solo a las mujeres. Vale para todas y todos. Porque hay una segunda dimensión política de nuestros actos, ya que este es un camino de ida y vuelta: tu elección, mi elección, la de la vecina, la de tu cuñado, haya sido más o menos consciente o haya tenido en cuenta uno o mil factores, tiene efectos sobre, sí, lo voy a decir, el mundo y la sociedad. ¡Hala, ya está dicho! El mundo y la sociedad, nada menos.

Bueno, venga, empecemos por algo asumible. Adquiramos conciencia de una vez por todas de nuestro gran poder como consumidores (ahí es donde nos quieren ¿no?) y cambiemos algunas reglas: compremos en la tienda de la esquina, acerquémonos a la cooperativa, charlemos con la gente del huerto urbano, dejemos de ver Gran Hermano y Sálvame (esto también es consumo. Y del más nocivo), no compremos en domingo, reciclemos, compartamos, creemos redes. Y asumamos la dimensión política de nuestra vida. Eso no quiere decir apuntarse a un partido o hacer campaña. Se trata de informarse, participar, involucrarse. Quiere decir contribuir, opinar constructivamente, mirar alrededor y sumarse a quienes ya están haciendo cosas, que son muchas personas, más de las que crees. El barrio, la ciudad y la calle son buenos lugares por los que empezar, son lo más cercano y tal vez donde más directamente se ven los efectos de las acciones colectivas y de los cambios. Y luego continuamos, es una cuestión de escala. Ya lo has visto, no te escapas: la política no pasa de ti. Quizá lo más sensato sea asumirlo y actuar en consecuencia.

Por Áurea Ortiz Villeta

Ir arriba