Enrique Arias Vega, colaborador en Valencia News. Más fácil protestar que hacer

Presentismo laboral

No entiendo, a estas alturas de la película, que muchas empresas exijan todavía la presencia continua de los trabajadores en unos puestos físicos en los que más que resultar eficaces son un auténtico estorbo.

Ésas son prácticas laborales de cuando el trabajo estaba asociado a la asistencia física personal y el escaqueo de uno redundaba en perjuicio de todos. De ahí, el que se fichase a la entrada y salida de la jornada laboral y la existencia del ojo acechante del jefe o encargado del empleado en cuestión.

Hoy día, en cambio, el trabajo telemático, por un lado, y la medición de la eficacia mediante resultados, por otro, hacen muchas veces de la presencia física una costosa inutilidad.

Recuerdo haber estado en un departamento de alto nivel en una multinacional donde, a partir de cierta hora, todos los ejecutivos remoloneaban en su puesto de trabajo, sin tener nada que hacer, para no ser ninguno de ellos el primero en marchase y quedar, así, como un vago ante el jefe máximo de la empresa. Esa competición por retrasar la hora de salida de la oficina afectó negativamente a la vida familiar de la mayoría de ellos y acabó por perjudicar la productividad laboral de todos.

Pues ya ven: a pesar de tanta experiencia acumulada en relaciones laborales año tras año, aún hay empresas que hacen lo contrario de lo correcto, lo cual consistiría en dar facilidades a sus trabajadores, ayudarles a conciliar la vida laboral y familiar, estimular su imaginación y su creatividad y evitar que pierdan el tiempo inventándose tareas ficticias sólo para aparentar inútilmente una inexistente laboriosidad.

Ni por ésas.

Artículo de Enrique Arias Vega

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