Qué país

 

Vaya la que se está liando porque el magnate Sheldon Adelson ha pedido que se revise una ley y el Gobierno ha prometido estudiarlo. Que si esto es intolerable por aquí, que si somos una república bananera por allá, todo el mundo escandalizado. Porque esto es un Estado de Derecho y aquí se venera la Ley, que para eso la hacen los representantes del Pueblo en la sede de la soberanía nacional, el Parlamento, vulgo Casa Pericles, ajenos a intereses de cualquier tipo y pensando única y exclusivamente en el Interés General.

Esto, en España, donde los convenios colectivos, cruciales en la vida del 90% de los asalariados, se negocian con unas entidades, los sindicatos, a las que sólo ha dado autorización expresa de representación el 15% de los trabajadores (= los ignotos afiliados). Donde, en la mayoría del territorio, las grandes superficies no pueden abrir los mismos días que los pequeños comercios por obra y desgracia del lobby minorista. Donde no se pueden comprar libros con más de un 5% de descuento porque así lo ha dictado el lobby editorial. Donde, por prescripción facultativa del lobby de los propietarios de farmacias, no se puede poseer una farmacia si no se ha estudiado Farmacia.Donde la carga fiscal que soportan las bebidas alcohólicas es sensiblemente inferior en los casos del vino y la cerveza por el arte de birlibirloque del lobby que se encarga de proteger los intereses de los productores de vino y cerveza. Donde se estrangula hasta la asfixia al eficientísimo sector nuclear en beneficio del ruinoso sector de las renovables porque ellos lo valen, los lobistas del ruinoso sector de las renovables.

Donde, en fin, se permite a Gobiernos autonómicos pasarse la ley por el forro para satisfacer al lobby nacionalista y se ordena a las fuerzas del orden que faisanescamente delincan para estar a buenas con el lobby terrorista.

A todo esto, el magnate Sheldon Adelson lo que pide es que se cambie la abominable Ley Antifumadores, tan liberticida, y se permita a los adultos ejercer como tales en unos recintos de su propiedad en los que pretende invertir miles de millones de euros y crear cientos de miles de puestos de trabajo. El muy cabrón.

«Estamos todos locos», concedió un día Martín Prieto. «Pero unos más que otros», no se rindió. También lo sabía don Estanislao Figueras, presidente que fue de la I República y hoy ‘mon semblable, mon frère’por aquella frase suya memorable, tan distinta a la que expele la atorrante cáfila sartreana:

Estoy hasta los cojones de todos nosotros.

Ir arriba