Ángel Serrano, solidaridad

Rajoy: el muerto vivo

Rajoy: el muerto vivo. Pedro Pubill Calaf, rey de la rumba catalana, contaba en una de sus canciones la historia de un hijo de vecino que desapareció, se fue de parranda y lo dieron por muerto. Dos estrofas después, el personaje reaparece, como si nada hubiera ocurrido, pero ya es demasiado tarde. Ni su mujer lo quiere vivo. Algo así le ha pasado a Rajoy, el presidente del Gobierno en funciones con la agenda más libre de la historia de la democracia.

Tras declarar que se encontraba “la agenda muy libre” en una broma telefónica de una radio catalana y negar al Rey Felipe VI el intento de formar Gobierno -eludiendo sus responsabilidades como candidato de la fuerza más votada- Mariano Rajoy reaparece en escena como ‘El Salvador’, ante la incapacidad de la izquierda de establecer acuerdos y construir puentes. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, el presidente del PP se encontraba como el muerto vivo, todos pensaban que había fallecido -algunos analistas llegaron a afirmar que era un cadáver político- y resulta que estaba de parranda. No afirmo que estuviera de fiesta en fiesta y tiro por que me toca, no. Pero sí creo que apoltronarse en su condición de cargo en funciones para criticar desde la tribuna la posición de valentía de PSOE y Ciudadanos, durante la investidura, es de ser muy cobarde.

Pero, ahora, resulta que estaba vivo y va a salvarnos a todos de “las maldades de la ultraizquierda”. Reaparece para participar de la precampaña de las elecciones anticipadas, que sus compañeros, a falta de pegar carteles y estrenarse de manera oficial, comenzaron hace varias semanas. No hay más que revisar los vídeos de las sesiones de investidura y escuchar cómo jalean y abuchean, siguiendo el patrón de comportamiento patentado durante la bochornosa oposición de Zaplana y Acebes a Zapatero. Así comienza la previa de unos comicios que muchos se apresuran a anunciar. Puede que haciéndolo se lleven una desagradable sorpresa, grata para una amplia mayoría.

Mientras tanto, Rajoy se aferra a su cargo en funciones como un moribundo a la vida y veta las resoluciones de un Parlamento votado por todos, más acorde a las múltiples sensibilidades sociales que conviven en nuestro país actualmente. El PP debería resignarse y desconectar la asistencia vital que lo mantendrá vivo unas semanas, proporcionada por el personalismo de Pablo Iglesias.

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